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Ahora que quedó atrás la elección del 4 de junio, surgen media docena de hechos de la mayor relevancia para el futuro político del país.
Primero, el desenvolvimiento de las campañas provocó encono entre los contendientes, triunfalismos ansiosos, y una profunda irritación y desconfianza entre la ciudadanía. El mayor perdedor de esta elección fue el propio sistema electoral, en especial el nuevo INE y sus satélites estatales, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial (TEPJF). La encuesta GEA-ISA divulgada ayer indica que más de la mitad de la población (54%) tiene poca confianza en las autoridades electorales del país, y sólo la mitad considera que el INE sí cumple adecuadamente su función. Ahora, 53% de la ciudadanía piensa que en 2018 se cometerá fraude en los comicios, 49% descalifica al INE, y también 49% al TEPJF. Se constituyó el peor de los escenarios para la elección de 2018, que se anticipa será reñida y, por tanto, requerirá la intervención firme y creíble de un árbitro fuerte.
Segundo, la comunicación oficial durante la jornada electoral, y en el periodo post electoral, ha sido desastrosa, y muchos medios han partido de ésta para propalar información contra el sistema electoral. No está claro en qué consisten las impugnaciones que han sido presentadas al TEPJ, lo que, hasta ahora, permite que sin transparencia continúe la sospecha de que hubiera habido manipulación del voto durante la propia jornada electoral, por ejemplo, mediante la violación de paquetes, falsificación de actas, entre otras.
Tercero, la ciudadanía vive un momento de profundo rechazo a ser gobernada. Si bien esta actitud se vino gestando gradualmente, se agudizó desde el gasolinazo de enero de este año. El 49% de la ciudadanía considera que las leyes no deben cumplirse si se consideran injustas, el 59% expresa su disposición a comprar productos “pirata”, 48% a evadir impuestos, y 50% a comprar gasolina en expendios irregulares. Su evaluación del presente y futuro del país es negativa: 44% piensa que la situación en general del país es mala, y 43% que en lo económico es peor que la del año pasado; para 69% el país vive una crisis económica, 45% espera que el año próximo sea peor en lo económico, y 49% en lo político.
Cuarto, antes de la elección parecía que la ciudadanía consideraba que, para 2018, su dilema era entre votar por Morena o por una alianza de partidos políticos, incluso incorporando a un candidato independiente. Para muchos, hoy el dilema es otro: votar por el PRI, o votar por una alianza como la descrita (Frente Amplio Democrático). Todo esto sucede en un contexto de enorme confusión de la ciudadanía. Por ejemplo, cuando se le inquiere sobre su preferencia acerca de quién le gustaría como Presidente de la República, independientemente de partido, 54% no sabe o no responde. Entonces, poco valor puede atribuirse cuando afirman que López Obrador (18%), Ricardo Anaya (7%), Margarita Zavala (6%), Eruviel Ávila (5%), etcétera; esos resultados dicen muy poco. Nadie tiene ganada la elección.
Esta situación, un porcentaje muy alto de votantes que todavía no tienen sus preferencias claras, aplica tanto a electores en general, como a aquéllos identificados con partidos políticos. Por ejemplo, en lo que se refiere al PAN, 18% de los electores prefiere a Ricardo Anaya y 15% a Margarita Zavala; pero 53% permanece indefinido. Y entre los identificados con el PAN, 44% a Anaya y 26% a Zavala, 7% permanece indefinido.
Quinto, hacia la contienda electoral, 21.4% de los ciudadanos están indefinidos, 23.6% simpatizan con Morena, 23.6% con el PRI, 22% con el PAN, 6.4% con el PRD, y el resto, 3%, con todos los demás partidos. Por tanto, ningún precandidato o partido, ni alianza de partidos, tiene hoy asegurado el triunfo en la elección de 2018. La ciudadanía está muy confundida.
Socio de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA