El principal beneficio para los mexicanos de la elección del domingo 5 de junio ha recibido poca atención: se recuperó el voto como instrumento central de conexión entre el ciudadano y sus gobiernos. La idea de que en democracia el voto es el medio por el cual transmiten su sentir al gobierno es esencial. En este mismo espacio (abril 9, 2015) se planteó que el mejor cauce para el reclamo popular por las casas blancas y Ayotzinapa sería la elección pasada. Sin embargo, después de la elección de 2015, cuando el PRI obtuvo mayoría relativa en la Cámara de Diputados y retuvo gobiernos en varios estados, parecería que esto ya no aplicaba en México.

Surgió una brecha inexplicable. Por una parte, la ciudadanía expresaba por doquier el desencanto con sus gobiernos. Las encuestas de opinión ratificaban lo que se escuchaba en todos los comederos políticos. En abril, el Presidente reconoció que había un “mal humor social” (EL UNIVERSAL, mayo 6). Por otra parte, operadores y gurús políticos señalaban que el resultado de la elección no cambiaría en lo fundamental el balance de las fuerzas políticas del país. Una semana antes de las elecciones se afirmaba que de las 12 gubernaturas en juego, el PRI ganaría nueve, lo que implicaba que preservaría Veracruz, Tamaulipas y Quintana Roo, a pesar del profundo rechazo de la ciudadanía hacia sus gobiernos en esas entidades. Resultaba un desafío intelectual aceptar que a pesar de ese “mal humor”, el PRI saldría incólume electoralmente.

Lo ocurrido el 5 de junio es prueba fehaciente del voto como instrumento por excelencia en la democracia mexicana, y de que el voto de castigo existe como expresión de la aprobación o desaprobación relativa de los electores acerca de sus gobiernos. Eso sí hace sentido, y alienta sobre la situación y perspectivas de la democracia mexicana. A ese resultado también contribuyó la carencia de un debate político informado e inteligente sobre propuestas concretas.

Los comicios se realizaron con normalidad, en una jornada cívica cuya principal deficiencia fue el retraso en la divulgación de resultados debido a que, con excepción de tres entidades federativas, los OPLEs del resto no realizaron conteos rápidos. Vaya error. Afortunadamente, ese retraso no puso en duda la transparencia y legalidad de las elecciones.

Durante la semana pasada, el debate público ha señalado cierta sorpresa por los resultados, así como que, de nuevo, las encuestas publicadas estuvieron lejos de capturar la distribución del voto. Cabe preguntarse, ¿sorpresa de qué? El sufragio fue congruente y consistente con el enojo popular y el desencanto de muchos electores con el PRI, que todavía la semana previa a la elección se dio el lujo de no encontrar una salida para aprobar el Sistema Nacional Anticorrupción, diversas iniciativas vinculadas con seguridad pública (mando mixto) y con procuración de justicia (miscelánea penal). Muchos interpretaron esto como arrogancia de la administración del presidente Peña y del PRI. ¿Echarle gasolina a la hoguera al cuarto para las doce?

¿Qué esperar para el futuro? Cabe recordar que en la elección de 2009, el partido en el gobierno sufrió una derrota electoral, aunque menos grave que en esta ocasión. Como consecuencia, el presidente Calderón “relanzó” su administración, planteando un decálogo de reformas claramente necesarias para el país. De éstas sólo logró la laboral y perdió la elección. El resto quedó para la administración Peña Nieto. Esto es, el relanzamiento tuvo poca efectividad y no evitó la derrota. ¿Cuál será ahora la reacción de los principales agentes políticos involucrados en la elección: la Presidencia de la República y su grupo de colaboradores más cercanos; el resto del gobierno federal; el PRI; los gobernadores derrotados en las urnas; los otros partidos políticos? ¿Hará Peña Nieto un relanzamiento de su administración? ¿Qué capacidad tendrá para responder a los reclamos ciudadanos antes de la elección de 2018?

Por lo pronto, como premisa política, el “aquí no pasa nada” quedó enterrada por la elección, y los mexicanos recuperamos el voto como el instrumento por antonomasia de nuestra democracia. Quizá ahora sí algunos gobernantes cambien de actitud, reconozcan y  atiendan el sentir ciudadano con vistas a la elección de 2018.

Economista

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses