Las execrables masacres perpetradas por grupos yihadistas (islamistas radicalizados) en varias latitudes, las últimas en París hace unos días, causaron dolor y un airado deseo de que dichos actos no queden impunes. A su vez, esto alimentó la “creatividad” sobre la manera de combatir a quienes perpetraron esos atentados, en lo material y en lo intelectual. Salvo contadas excepciones, dichas propuestas consisten de acciones en dos aspectos. Primero, la represalia militar contra los supuestos liderazgos yihadistas, a quienes se ubica principalmente en Siria e Iraq. Segundo, acciones de protección o blindaje de las naciones “occidentales” de futuros actos terroristas.

Pocos han planteado la necesidad de lograr un acuerdo político con los grupos extremistas. Esto preocupa, pues es difícil concebir una solución definitiva a esta gran amenaza para la paz global que no se base en algún tipo de “entendimiento”.

Las principales razones para una propuesta fincada en un “entendimiento” se agrupan en dos. Por una parte, los antecedentes históricos de la actuación de poderes occidentales en el Medio Oriente, que revelan motivos para el resentimiento de esos pueblos contra los países que ejercieron control político en la región, como Francia en Siria. Por otra, un entendimiento es indispensable si se considera que, en pocas décadas, la población musulmana (creen en el Islam o la religión de Mahoma) está llamada a constituirse en el grupo poblacional mayoritario, superando a los cristianos. Hoy 31.4% de la población mundial total profesa el cristianismo, por lo que constituye el grupo más numeroso. Sin embargo, las proyecciones señalan que en pocas décadas (2050), la población musulmana representará 29.7% del total, mientras que la cristiana 31.4% (PEW Research Center). De no suceder algo extraordinario, se dará un nuevo balance de la población mundial conforme a su religión, en la cual pronto los musulmanes tendrán un peso relativo mayoritario.

¿Entonces, es razonable pensar que con una confrontación militar que combata a los liderazgos de los grupos yihadistas será posible construir un entendimiento entre ellos y el resto de la población mundial? ¿Y los daños colaterales, no sólo injustos sino provocadores de resentimientos entre los musulmanes?

La respuesta es no. Una confrontación militar quizá debilite temporalmente ese movimiento, pero no evitará una mayoría musulmana dolida y enojada hacia mediados de este siglo. Una respuesta exclusivamente militar quizá pueda crear un equilibrio temporal, que permita la “coexistencia” entre el Islam y la población no islámica. Esa solución sería insatisfactoria, en la medida que la “coexistencia” estaría plagada de tensiones y conflictos de menor intensidad, pero en esencia irresolubles: controles fronterizos, segregaciones, discriminaciones, recriminaciones, y odios.

Una solución sustentable sólo puede darse basada en un entendimiento de “convivencia”, donde musulmanes y no musulmanes interactúen en paz, que implica poner a prueba la tolerancia de Occidente para inducir tolerancia entre los islamistas radicales.

Un entendimiento de convivencia sólo puede lograrse a partir de una intensa interacción política y social entre Occidente y el islamismo, lo que demanda acción inmediata de los gobiernos. Corresponde a Occidente la iniciativa de esa solución, negociar con firmeza e interactuar con el Islam en todas sus modalidades para hacerla realidad. ¿Quién enarbola hoy esa posición y quién tiene la capacidad para operar de manera efectiva a fin de concretarla?

Economista

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