Cuando uno defiende el derecho a la existencia de Israel, se expone a la crítica y no falta quien intente descalificarlo acusándolo de ser judío (como si fuese pecado serlo) o, peor tantito, vendido a los judíos y al “complot sionista”. Cuando uno defiende el derecho a la existencia de Palestina, no falta quién lo acuse de ser antisemita. Conozco eminentes judíos, ciudadanos israelíes que cargan con la acusación de ser “judíos antisemitas”. Daniel Boyarin, historiador de las religiones y profesor de cultura talmúdica, judío ortodoxo, es uno de ellos, y eso le valió, a la entrada de su sinagoga, el día de Rosh Hashanah, fiesta del Año Nuevo, el consejo imperativo de irse a rezar en una mezquita. Después de esa experiencia escribió que más que eso, lo que le duele en el alma es “ver una tradición, mi judaísmo, al cual he dedicado toda mi vida, desintegrarse moralmente bajo mis ojos. Muchos cristianos han dicho que el cristianismo murió en Auschwitz, Treblinka y Sobibor. Yo temo —Dios no lo quiera— que mi judaísmo pueda estar muriendo en Nablus, Dahelse, Bet El y al-Khalil (Hebrón). Las acciones violentas realizadas en nombre de la defensa pueden ayudar a que sobrevivan cuerpos judíos (hasta eso, de manera dudosa, temporaria, momentánea), pero amenazan con vaciar la existencia judía de todo sentido… Hacer de territorio y fronteras unos fetiches para realizar una limpieza étnica, pienso yo, niega el mero sentido de la sobrevivencia judía hasta hoy. “Denuncia lo que se atreve a calificar de apartheid y concluye que “el Profeta enseña: Sion será redimida sólo por la justicia”.

A los palestinos, hasta ahora, les ha sido negada toda justicia.

Ari Shavit, otro “judío antisemita¨, publicó un valiente libro intitulado Mi tierra prometida. Triunfo y tragedia de Israel. Militante sin ilusiones del movimiento pacifista, piensa que si Israel no pone fin a la ocupación del territorio palestino, esa ocupación acabará con Israel. Entre 1967, inicio de la ocupación, y 2015, los colonos y el ejército han cortado más de 800 mil olivos y, según el grupo israelí de defensa de los derechos del hombre Yesh Din, 90% de las quejas presentadas por palestinos de los territorios ocupados no han tenido resultado y las pocas veces que “ciudadanos israelíes implicados en actos de violencia han sido condenados, la sentencia fue siempre ligera”. Por cierto ¿qué ha pasado con los que quemaron vivos al niño Ali y a sus padres Saad y Rihana?

David Grossman, el gran escritor, ¿será otro judío antisemita? Escribió: “Ese niño, Ali Dawabsha, no se me quita de la cabeza. Como tampoco la escena: la mano de un hombre que abre la ventana en plena noche y lanza un coctel molotov contra una habitación donde duermen una madre, un padre y dos hijos. ¿Qué clase de personas son capaces de un acto semejante? Y la cuestión es que todos ellos, o sus cómplices, siguen aún hoy entre nosotros… Día tras día salen a la luz en nuestro país fuerzas brutales y fanáticas, oscuras y herméticas en su extremismo”.

Hay soldados y oficiales para luchar contra esas fuerzas del mal. Misha Kurz, ex soldado israelí es ahora defensor de los palestinos en su Jerusalén natal y deplora: “protegíamos a los colonos mezquinos y racistas”. La asociación de más de mil veteranos israelíes Breaking the Silence —Rompiendo el silencio—, publicó en mayo un manifiesto: “Nosotros, militares israelíes, llamamos Israel a parar su estrategia de ocupación… La última operación en Gaza, como las precedentes, no sólo golpeó las infraestructuras de combate de Hamas. Las principales víctimas de esa estrategia llamada podar el pasto son los civiles palestinos aniquilados por esos combates perpetuos… Solamente la libertad de los palestinos puede garantizar la libertad y la seguridad de los israelíes”.

Investigador del CIDE.

jean.meyer@cide.edu

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