El año pasado murió Abdelwahab Meddeb, autor que aboga por una espiritualidad musulmana, sinónima de libertad y universalidad. Su último libro, Instants soufis (Albin Michel, París) presenta las grandes figuras del Islam sufi, Islam de la sabiduría y de la mística, lógicamente en conflicto con los poderes establecidos, tanto políticos como religiosos, algo que pasa también en el cristianismo. Tunecino, hijo y nieto de sabios religiosos de la famosa universidad Zituna, me recuerda al gran académico francés, Louis Massignon, católico místico, en diálogo constante con el Islam, autor de una tesis sobre Al Hallaj “el cardador”, quién murió crucificado en Bagdad, en 922. Al español: La pasión de Hallaj, mártir místico del Islam (Paidos, 1999). Conocí a un Massignon de 80 años que hacía huelga de hambre para protestar contra la tortura y participaba en las manifestaciones pacíficas contra la guerra de Argelia.
Abdelwahab Meddeb luchó toda su vida para demostrar la compatibilidad entre las dos herencias, la del mundo árabe musulmán, la de Europa. Escritor, poeta, politólogo, universitario, hombre de la radio, nunca dejó de creer en la universalidad de la cultura, en el porvenir de un Islam espiritual, condenado por predicadores tan ignorantes como fanáticos. A lo largo de quince o veinte años, no recuerdo bien, France Culture transmitió su emisión radiofónica semanal Culturas de Islam. A su muerte, el filósofo Abdennur Bidar asumió el compromiso de continuar el combate. Acaba de publicar, después de los atentados de París, Plaidoyer pour la fraternité, breve libro que aboga a favor de la fraternidad universal, de la gran familia humana, contra el encierro en la pequeña identidad tribal. Los dos hombres son profetas de la libertad espiritual fundada en la reflexión y el dialogo, de una religión ética de la responsabilidad, para que el Islam deje de ser sumisión. A. Bidar piensa que la Francia republicana puede ayudar a ese cambio y presenta proposiciones concretas para derrotar la lógica del ghetto, de la ignorancia y del odio.
En Viena, Austria, el imán de la mezquita Al-Shura, Adnan Ibrahim, nacido en 1966 en un campo de refugiados palestinos en Gaza, predica reformismo y tolerancia y seduce en Internet a miles de jóvenes musulmanes en Europa y hasta en Arabia Saudita. Deshace uno por uno los argumentos coránicos desarrollados por los yihadistas “para reconciliar a los jóvenes con el mensaje del Islam”. El hombre está amenazado de muerte desde 2011, lo que no impidió que denunciara en seguida los atentados de París: “como musulmanes, presentamos una imagen nociva, la del terrorista matón, ¡que insulto!... Los que se hacen explotar en medio de la muchedumbre no han entendido nada, no saben nada del Islam. Es un fanatismo vil”. Al periodista quien pregunta si le molesta que digan que es “el Lutero del Islam”, contesta con una sonrisa: “Para nada, incluso si la Reforma es un árbol con muchas ramas… Aprendí mucho de la Reforma cristiana”. Cita con gusto a San Agustín y a Santo Tomás de Aquino
Hace unos años, escandalizó a sus fieles al pedir a Dios bendecir a un soldado israelí que se había suicidado después de suplicar en vano a un oficial que dejara pasar a la mujer palestina que estaba a punto de dar a luz: “Los judíos son nuestros primos y todos los que instrumentalizan el conflicto israelí-palestino como guerra de religiones hacen daño al Islam”. En abril de 2015 participó en el Foro Global para la Reforma Islámica. Su prédica constante a favor de la misericordia, contra la confrontación, explica que haya sido calificado de “apóstata” por las autoridades religiosas de Arabia Saudita, las de la versión más integrista del Islam, la wahabí.
Investigador del CIDE.
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