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Más allá de la fascinación por la velocidad y los riesgos que ello conlleva, las carreras de automóviles han servido para valorar los avances tecnológicos tanto en su diseño como en su fabricación. Para los pilotos, el reto consiste en conducir con precisión y asumir el peligro en los linderos de lo imposible, de manera que nadie los pueda rebasar. El británico David Purley (1945- 1985) decía: “Una vez que se conoce el peligro, no se puede vivir sin él”.
La historia dice que el primer vehículo automotor fue inventado por el francés Nicolás J. Cugnot, en 1769. Constaba de dos ruedas tra-seras y una delantera. Sobre ésta había una caldera a vapor que lo movía. Avanzaba a la velocidad de 4 kilómetros por hora.
La primera carrera de automóviles se realizó en Francia, entre Ruan y París, el 22 de junio de 1894. La ganó un vehículo a vapor que alcanzó la velocidad de 22 kilómetros por hora. Fue hasta 1895 que el ingeniero alemán Karl Benz patentó un coche cuyo motor funcionaba a gasolina. Las primeras competencias fueron dominadas por las marcas europeas, que rivalizaban tanto en el mejoramiento del diseño y la técnica, como en velocidad. Según el profesor José Repolles, “Tan pronto como las casas constructoras de automóviles lanzaron al mercado sus primeros modelos, sintieron la necesidad de organizar competiciones y carreras de carácter deportivo en las que poner a prueba los vehículos que fabricaban. No obstante, el primer automóvil que efectuó un recorrido aceptable fue un coche conducido por su mismo fabricante, Emille Levassor, quien en 1897 batió el récor de velocidad en el circuito París - Marsella, al conseguir una velocidad de 32 kilómetros por hora”.
Como espectáculo, el automovilismo tuvo su mayor auge después de la primera Guerra Mundial. Fue cuando casi todos los países europeos instauraron un Grand Prix. Como deporte, es sinónimo de velocidad, audacia y precisión. El escritor Milán Kundera ha dicho: “La velocidad es una forma de éxtasis que la revolución tecnológica ha brindado al hombre”.
Debido a las altas velocidades que se alcanzan, las reglas establecen que mientras no se haya logrado el dominio del carro no se debe participar en competencias. Pero una vez adquirida la experiencia, no hay impedimento. En su tiempo, el ex campeón del mundo de Fórmula Uno, Nelson Piquet, presumió: “Mi equipo gasta millones de dólares para construir esos fabulosos juguetes para que juegue, y luego me paga un montón de dinero para que los pilote”. De eso se trata.
rjavier_vargas@terra.com