Hoy se celebra el Día del Niño. En su tiempo, el filósofo Jean Jacques Rousseau (1712- 1778) dijo: “La infancia es la acción en espera”. El deporte es acción. Su práctica a edades tempranas no sólo contribuye al desarrollo físico y mental, sino que fortalece la autoestima, previene enfermedades, enseña a respetar las reglas y fomenta el compañerismo. También forma buenos ciudadanos, puesto que inculca valores éticos, sociales y culturales. La pedagogía dice que la mejor manera de educar a los niños es hacerlos felices. El deporte, en tanto juego, es un recurso óptimo para ello.
El entrenador de futbol Hugo Tassara, en su libro, 1986, Pugna de Futbol entre América y Europa, al hacer referencia a las populares “cascaritas” callejeras, dice: “La edad entre seis y nueve años, es la edad del juego libre, del juego abierto en que actúan a veces catorce por lado en terrenos pequeños, en el que es necesario desarrollar obligatoriamente un sinnúmero de habilidades. El clásico partidillo de barrio en el que hay caídas, encontrones, empujones, codazos. Todos los astros de futbol han tenido en el potrero su mejor aliado para pulir su talento. ¿Tendrá oportunidad de hacer lo mismo el niño mexicano de las grandes urbes? Aunque parezca absurdo, es el punto de partida de todo proceso futbolístico: la universidad de la calle, que tiene tanta importancia para el futuro futbolista, como aprender a gatear para el niño que empieza a dar sus primeros pasos. La infraestructura empieza, pues, en esta singular universidad callejera”. Incluso el bandoneonista y compositor argentino Aníbal Troilo reconoció: “La calle es el mejor lugar de todos. En el hogar se aprende la educación, pero en la calle se aprende a vivir... Y si no, que me lo digan a mí. Todo lo que aprendí, lo poco y extraño que aprendí, lo aprendí en la calle”.
Pero no sólo en la calle, también se aprende en el potrero, en la montaña, en las playas. El poeta Rabindranath Tagore escribió: “En las playas de todo el mundo se reúnen los niños. El cielo infinito sobre sus cabezas; el agua impaciente se alborota. En las playas de todos los mundos, los niños se reúnen gritando y corriendo. Hacen casitas de arena y juegan con las conchas… Los niños juegan en las playas de todos los mundos. El mar se alza en una carcajada y brilla pálida la playa sonriente. Las olas cantan a los niños baladas sin sentido, igual que una madre cuando mece a su hijo en la cuna. El mar juega con los niños y, pálida, luce la sonrisa de la playa”. Feliz Día del Niño.
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