El deporte es una actividad cuyos orígenes y motivaciones poseen profundas raíces religiosas. Incluso el historiador alemán Carl Diem, en su libro Historia de los deportes, sostiene que todas las actividades deportivas tienen su origen en un culto. También el profesor Richard D. Mandell, en su libro Historia cultural del deporte, dice: “Las competiciones deportivas de casi todas las sociedades anteriores a la nuestra eran parte integral o anexos de las creencias religiosas”.
En su tiempo, el investigador Emile Durkheim (1858- 1917), hizo notar que la gran efervescencia colectiva generada por los rituales religiosos de los aborígenes australianos, en los cuales vio la raíz del concepto de lo sagrado, similar a los sentimientos de emoción y celebración comunitaria, constituyen una experiencia cumbre en el contexto del deporte moderno.
También los poetas clásicos testimonian que en la antigua Grecia las competiciones deportivas se realizaban en homenaje a Zeus, rey de los dioses, cuya fuerza hacía estremecer el universo con sólo un movimiento de cabeza. Incluso había competencias en honor a Apolo, dios del sol, porque fue él quien les enseñó los principios de las artes, la música y las ciencias. De ahí que en muchas estatuas se le representa armado de un arco y con un pie levantado en ademán de echar a correr.
En la antigua Roma también se realizaban competencias deportivas por motivos religiosos. Las había para pedir el amparo de las divinidades en caso de guerra o para darles las gracias por los favores concedidos.
En el México antiguo, la rivalidad deportiva del juego de pelota se vuelve lucha entre deidades, Xóloltl o Tezcatlipoca contra Quetzalcóatl, y se convierte en cuestión crucial para la comunidad, pues el triunfo del dios representativo de la noche y de la muerte significa y vaticina infortunios venideros. La pelota de hule que se dispara por el aire simboliza la esfera solar.
Las cuatro divisiones de la plaza, dos claras y dos oscuras, representan al mundo del sol y al inframundo… Lo que el juego sagrado excita al espectador, haciendo que esté con el alma en un hilo, no es sólo la agilidad deportiva del jugador, es la revelación de los designios divinos, según Paul Westheim, historiador del arte mesoamericano.
Acaso por eso el sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, en Homenaje a los indios americanos, dice: “El universo es un juego de pelota/ en él jugamos con dos pelotas: el sol y la luna/ contra los poderes infernales/ y no sabemos quién ganará.”
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