En septiembre del año pasado, en estas mismas páginas, hablé del PAN y sus buenos saldos electorales en un buen número de entidades. Entonces dije “el reto está en conducirnos con humildad, congruencia, responsabilidad y dando buenos resultados en la gestión pública. El PAN debe seguir siendo una oposición firme pero, a la vez, responsable. Unidad, disciplina y generosidad habrán de ser valores fundamentales para lo que viene. La división nos debilita y fortalece al adversario. En suma: el PAN tiene todo por delante, si es que no nos equivocamos”.

Viene a cuento esta cita porque pareciera que, después de los comicios del 4 de junio en Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, los panistas no hemos aprendido la lección. Reaccionamos de manera precipitada, con falsos triunfalismos, cuentas alegres, reclamos entre suspirantes y un pobre análisis de la situación real que enfrentamos y que nos espera en la madre de todas las elecciones el próximo año.

Como en todo, las cosas se pueden ver desde diversas ópticas. No es el número de estados que gobernamos el verdadero termómetro de nuestra aceptación entre el electorado. Hay que medirse contra tus propios votos en comicios anteriores en circunstancias similares. Cosa de ver dónde y por cuántos votos ganaste o perdiste. No se puede hablar de alianzas a capricho cuando se tenía en la bolsa la posibilidad de triunfar en el Estado de México si la hubiésemos concretado con el PRD. Ahí, pasamos de iniciar en primer lugar hasta llegar a un lejano cuarto sitio. Todo falló.

En Coahuila presenciamos el mayor fraude de los últimos años. Nos remontamos al PRI cavernario que utilizó toda la fuerza del Estado para perpetuar al clan de los Moreira con su antipático candidato. Pero la estrategia de combate fue ¡levantarse de la mesa justo cuando se realizaba el cómputo distrital! dizque para no avalar el fraude. O sea, sírvanse con la cuchara grande y formalicen el timo porque yo mejor me voy a gritar a las calles de Saltillo.

En Nayarit y Veracruz el triunfo se debe más al voto de castigo para el PRI que al aplauso para el PAN. Misma situación que ocurrió el año pasado cuando se logró la alternancia política en Veracruz, Tamaulipas, Durango, Quintana Roo y Chihuahua. Y lo dije también: el camino a Los Pinos no está garantizado. Hay que hacer y mantener buenos gobiernos.

El PAN sigue viendo como su adversario histórico al PRI cuando es evidente que el partido en ascenso es Morena, con todo y sus vicios, populismo e hipocresía. El tricolor gana en Estado de México y Coahuila por la burda maquinaria electoral mas no por un renacimiento, como ellos lo han querido ver y hacer ver.

Por increíble que parezca, mientras se contaban y defendían los votos en Coahuila, los presidenciables ya estaban de vuelta en escena, con cuchillos largos y su personalísima estrategia para mantenerse vigentes, pero sin pensar realmente en el partido. Nadie cede y, por si fuera poco, la ropa sucia se lava fuera.

Así las cosas, sin segunda vuelta electoral, sin unidad, disciplina ni generosidad, con una sociedad fastidiada por la clase política y en ausencia de una estrategia inteligente de alianzas y selección de candidatos, el 2018 puede pasar de noche para el PAN. Que conste.

Maestro de la Escuela Libre de Derecho

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