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2016 es un año electoral estratégico para los planes de cambio político para el país en 2018. La renovación de poderes locales en 13 entidades, 12 con gubernatura, pondrá a prueba varios escenarios que podrían repetirse en la sucesión presidencial venidera. Entre ellos, la capacidad de la oposición para identificar la principal estrategia del régimen priísta: la atomización de las opciones opositoras y la utilización de las candidaturas independientes para reforzar el antiguo y efectivo consejo que de Julio César pasó a Nicolás Maquiavelo: divide y vencerás.
Cuando en varias de esas entidades se producen las mejores condiciones para alentar la alternancia, por los niveles de desprestigio político, corrupción e ineficacia administrativa, el PRI sabe colocar la intriga o la componenda para mantener separadas las opciones democráticas que bajo una racionalidad política podrían ir juntas a enfrentarlo. Agrega ahora la utilización de la figura de candidatos independientes para enviar esquiroles que aumentan la fragmentación. El caso de Veracruz es emblemático de este manejo.
Si en algún momento de la vida del país se justifican plenamente las alianzas es ahora, cuando la regresión autoritaria y la corrupción galopante del régimen priísta ya no reconoce límite ni vergüenza alguna, y el logro más presumible de todo el sexenio es la recaptura del Chapo Guzmán. Además en estas elecciones van varios de los estados, donde lograr la primera alternancia democrática es una condición que vale la pena considerar y medir sus alcances en el tema de las alianzas; insisto sobre todo en la ruta de 2018. Increíblemente después de décadas de iniciada la transición democrática en el país y de quince años de haber sucedido la alternancia en la Presidencia de la República, todavía hay 9 estados que pronto van a cumplir 90 años de estar gobernados por el mismo partido, el PRI.
Por ello, un grupo de chihuahuenses convocamos el pasado 17 de diciembre a la conformación de un frente político y social por la unidad democrática de Chihuahua que, bajo una candidatura y un programa de gobierno común, construya la más amplia coalición opositora para enfrentar al régimen corrupto y autoritario de César Duarte Jáquez que ha conducido a nuestro estado a una de sus peores épocas.
Nuestro llamado y esfuerzos para lograrlo están vigentes y desde distintos ámbitos trabajamos para este propósito. Estamos convencidos de que la unidad y no la atomización de las fuerzas democráticas de nuestra entidad puede lograr revertir las injustas y desiguales condiciones de vida de los chihuahuenses y vencer, aun en la mayor regresión autoritaria, el proyecto de perpetuación del tirano en el gobierno del estado. Porque a la par se dan también las mejores condiciones para lograrlo: un descontento generalizado entre la población, incluso entre las filas del mismo partido del gobernador.
Hemos planteado una candidatura única opositora, que integre partidos y organizaciones sociales. Por ello mismo nos hemos desmarcado con toda claridad de la candidatura del ex presidente de Coparmex, José Luis Barraza, a quien pretendidamente tratan de convertir en bronco sin semejanza mínima con aquel. Consideramos que el momento político que vive Chihuahua es más trascendental que una candidatura de élite para la defensa de los intereses estrictos del sector empresarial de Chihuahua, que por cierto ha sabido guardar silencio y acomodarse en aras de sus negocios mientras Chihuahua ha vivido la peor tragedia política de su historia en los últimos cinco años.
Respetamos y coincidimos con la figura de las candidaturas independientes, cauces democráticos para ensanchar la participación política y mejorar la competencia electoral, pero no creemos que esa específica candidatura represente los anhelos de justicia y libertad, inclusión social y combate a la corrupción política y a la desigualdad social que hoy exigen los ciudadanos de nuestro estado.
Lo que puede darnos a los chihuahuenses, como a otras entidades del país, un escenario de cambio y recuperación de libertades fundamentales es un frente amplio opositor para desterrar una época llena de corrupción, impunidad y retroceso. Obviamente se requieren hombres y mujeres con probada honestidad y rectitud para llevar a buen puerto el anhelo de la ciudadanía de contar con un gobierno eficaz y eficiente.
La condición más importante para ello debe ser precisamente no estar sujetos a intereses particulares ni de grupos. Alentar una alianza en términos no sólo electorales sino de gobierno. El problema no es la conformación sino los juegos de poder que se dan una vez obtenido el triunfo en las urnas. Urge que rompamos el paradigma de sólo aspirar a ganar elecciones y conseguir el poder. Necesitamos pensar y dejar muy claro para qué queremos el poder, para qué queremos ser gobierno, cómo y con quién queremos gobernar. En el proyecto de alianzas no deben pesar más los intereses de unos cuantos sino el interés general de la gente.
Una agenda sustantiva de consolidación encaminada a lograr elementos hoy insoslayables como: rendición de cuentas, democracia, combate a la corrupción, derecho a la información, respeto a los derechos humanos, desarrollo económico sustentable y corresponsabilidad de gobierno.
Las alianzas deben servir para conjuntar fuerzas políticas, para hacer mejores gobiernos, para impulsar procesos democratizadores, para desterrar la corrupción de los sistemas de gobierno, para eficientar las políticas públicas, para mejorar la economía, para darle a la gente mejores condiciones de vida.
Senador por el PAN