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Proteger la biodiversidad del planeta de los efectos del cambio climático, motivado por las emisiones de gases de efecto invernadero, es una tarea que adquirió carácter de un deber de los países y pueblos del mundo el pasado 4 de noviembre de 2016, cuando 55% de los países participantes suscribieron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, mejor conocida como el Acuerdo de París.
Nuestro país es firmante del Acuerdo de París, no podría ser de otra forma, cuando la naturaleza nos ha puesto en custodia de una extraordinaria y gran riqueza en flora y fauna, que coloca a México entre los cinco países con la mayor biodiversidad del orbe. Contamos con 3 de las 37 áreas silvestres del planeta; 3 de las 34 ecorregiones o hotspots del mundo, donde se encuentran al menos mil 500 especies endémicas de plantas vasculares; somos junto con Brasil, el país con el mayor número de centros de diversidad de plantas; contamos con 22 áreas de aves endémicas y con mucho orgullo, poseemos el acuario del planeta, como se conoce al Golfo de California, con una extensión de mil 200 kilómetros de largo por 150 de ancho.
Ahora bien, que el mes de junio haya comenzado con la pésima noticia de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abandonará el Acuerdo de París, es una medida que ha merecido la condena mundial y el repudio de un sector importante del pueblo estadounidense. Con justificación renunciaron al Consejo de Empresarios del presidente, personajes de la talla de Elton Musk, de Tesla; Jeff Immelt, de General Electric; y Bob Iger, de Disney.
Los gobernadores de Nueva York, Washington y California, así como otras personalidades del mundo de la cultura y la diversión, en respuesta a la ignorancia supina del huésped de la Casa Blanca, han formado de inmediato la “alianza por el clima”, para oponerse y fraguar acciones en favor de la biodiversidad.
Dicen que al presidente Trump le agrada mucho ver la televisión, pero tal vez sólo sintonice Fox News; alguno de sus consejeros debería cambiarle de canal para que aprecie las producciones de National Geographic y, al menos una vez, pudiera ver el documental que encabezó Leonardo DiCaprio, denominado Antes de que sea tarde (Before the Flood) donde nos plantea la urgencia de detener el aumento de la temperatura global y advierte de los graves daños que estamos haciendo todos los días a Pachamama.
A mi juicio está claro que Trump está del lado equivocado de la historia, y más allá de los plazos legales que seguramente harán inviable su decisión, queda nuestra responsabilidad como personas y nación frente al cambio climático.
El 23 de mayo se presentó en la Cámara de Diputados el Informe del Desarrollo en México 2016, elaborado por el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, a cargo del doctor Rolando Cordera, que, acompañado del rector de la UNAM, Enrique Graue, plantea una realidad que puede afectar severamente el cambio climático: el crecimiento alarmante de la pobreza, que podría llevar a México en 2030, al nivel de 90 millones de pobres, y a la par la disminución de la inversión en educación, que puede implicar el incumplimiento de los compromisos internacionales suscritos por México en la Agenda 2030.
Mayor pobreza y desaliento a la educación, son lastres para el cambio climático, pues obligaran a la sobreexplotación de los combustibles fósiles y nos colocaran a años luz en investigación y desarrollo tecnológico para crear nuevas energías amigables, renovables y propias; por eso, cobra nueva fuerza el mensaje y la urgencia de proteger al planeta.
“Ustedes son la última y mejor esperanza —dijo DiCaprio a líderes mundiales en 2016—. Les pedimos que la protejan o nosotros y todo aquello que apreciamos seremos historia.”
Vicepresidente de la Cámara de Diputados