Gran interés ha despertado la realización en Cancún, México, de la 47 Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), porque sobre el propósito de “fortalecer el diálogo y la concertación para la prosperidad” subyace la discusión política sobre la actuación del régimen de Nicolás Maduro, y lo que se considera como la más grave crisis política y humanitaria en Venezuela.

De última hora se agregó a la agenda, la postura de uno de sus integrantes, los Estados Unidos, que por decisión unilateral (ejecutiva) de su presidente, suspendió el último acuerdo de amistad con Cuba, que alentaba el reinicio de las relaciones diplomáticas y el intercambio económico con la isla, que por cierto también fue expulsada de la OEA hace 55 años.

Desde luego que a los mexicanos nos une con los pueblos de Venezuela y Cuba un sentimiento de solidaridad y amistad, que nace de forma natural por compartir la misma lengua, un pasado histórico común, tradiciones y cultura que nos reconocen como pueblos hermanos.

Por eso debemos distinguir e incluso separar de la discusión que se dará en México, lo que representan los gobiernos de Venezuela y Cuba, respecto a la amistad e identificación que los mexicanos tenemos con sus pueblos, la cual seguirá firme, incluso a pesar de sus gobernantes y de las coyunturas internacionales.

Próxima a cumplir sus 70 años, la OEA será el escenario para que México mantenga congruencia con la postura expresada sobre Venezuela, en la reunión de ministros realizada en Washington D.C, el 31 de mayo pasado, en el sentido de exigir el restablecimiento de los derechos humanos, el cese a la persecución de personas y líderes opositores al régimen que han cobrado más de 70 muertes por razones políticas.

Pero más allá de la crisis por la disputa del poder, en Venezuela se vive una situación de emergencia humanitaria que rebasa las fronteras de la política, y que nos llama a expresarnos y actuar de forma enérgica e inmediata, ante el hambre que golpea a los más débiles, ante la carencia de medicinas, el quiebre total de la economía y la absoluta ausencia de respeto a las libertades de expresión y libre manifestación.

“Nadie, en este aciago momento para Venezuela, puede ser indiferente al grito de protesta de la gente en la calle, al dolor infligido a quienes desafían las acciones represivas, al llanto de las madres por sus hijos asesinados, a las escenas de hambre que golpea a los niños, a la plegaria de quienes en las cárceles siguen resistiendo la injusticia de su detención aferrados a la esperanza de que la comunidad internacional finalmente les escuche” como lo afirmaron recientemente, los ex jefes de Estado agrupados en IDEA-Democrática, la cual suscribo íntegramente.

Los ministros de los países de la OEA pueden y deben promover la ayuda humanitaria al pueblo de Venezuela, exigir el cese inmediato de la agresión contra opositores, el restablecimiento del Congreso Nacional y la sanción para quienes han violado sistemáticamente los derechos humanos.

Venezuela y Cuba, son pueblos hermanos que tienen en común, la desdicha de sufrir regímenes no democráticos y malos gobiernos.

Vicepresidente de la Cámara
de Diputados

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