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A la caída de la monarquía en Francia, precedió la famosa marcha sobre Versalles, ocurrida entre el 5 y 6 de octubre de 1789, tal vez una de las más importantes previo al establecimiento de la república y la democracia como forma de gobierno.
Garantizada por el artículo sexto de nuestra Constitución Federal, la manifestación de ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, y en la concepción jurídica moderna, constituye un derecho humano, que es primario a cualquier autoridad.
El descontento social sería a mi juicio, la principal causa para que la gente salga de su casa, deje el trabajo o el estudio, para tomar la calle; y casi siempre la inconformidad es por la mala actuación de sus autoridades, que en casos extremos deriva en estallidos sociales.
En el estado de Morelos, la gente marcha con mucha frecuencia, tantas que una parte del sector comercial ha propuesto su reglamentación o la construcción de un marchódromo, para librarse de las afectaciones viales, cierres de cortinas y suspensión de la actividad social y económica. Desde luego, eso poco importa al actual gobierno, pues ha decido enclavar con ajustado calzador la construcción de la nueva sede del Poder Legislativo —imán natural de las manifestaciones— a unos metros de la más grande central de abastos de la entidad.
En los últimos días la gente también marcha por la falta de agua. La grave escasez de agua potable en amplios sectores de la comunidad es alarmante, no por el estiaje, sino por la falta de cumplimiento de obligaciones primarias, a pesar de que los usuarios sí ponen su parte.
Como en no muchos estados de la República Mexicana, en Morelos tenemos un obispo de la iglesia católica que cumple su misión profética —no es raro acá, antes tuvimos a don Sergio Méndez Arceo— que ha puesto el acento en í, que no tiene tapaboca, y mucho menos le arredran las amenazas de un gobierno altamente cuestionado por la sociedad, debido a su manifiesta incapacidad para resolver la galopante inseguridad pública que se padece cotidianamente.
Este primer sábado de mayo, fue la última edición de la marcha por la paz que demandamos los morelenses, por cierto, también ante la Secretaría de Gobernación que se niega a intervenir, no obstante la petición que por escrito suscribimos la mayoría de los diputados federales por Morelos.
Treinta y cinco mil personas marchando en Cuernavaca y en otros municipios en un mismo clamor: paz y seguridad pública. El número tal vez sea lo de menos, eso varía según las ópticas, lo que en realidad admira son los oídos sordos, la falta de rectificación, la humildad para reconocer los yerros, el alejamiento de la sociedad, por supuesto la falta de cambios en las estructuras policiales, y la tozudez para mantener una estrategia fallida. No hay cambios en esta materia para Morelos, esa es mala noticia.
Citando a Don Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, diría con él: “Los morelenses tenemos las ideas y los valores del alma, son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores”.
Vicepresidente de la Cámara de Diputados