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En medio de la polémica, siempre su compañera, se despide un genio futbolístico único. Cuauhtémoc Blanco, el ídolo de Tlatilco, barrio bravo, el futbolista que nunca se intimidó bajo ninguna circunstancia.
Esa es para quien escribe la máxima virtud de este fenomenal jugador, y eso que recursos futbolísticos para elogiarlo sobran. Inteligente, técnico, hábil y goleador.
Blanco veía espacios en donde los demás solo oscuridad. Un revolucionario del juego con sus innovaciones magistrales como levantar el balón prensado frente a dos coreanos en pleno mundial francés. La jugada provocó que los especialistas analizarán la posible ruptura de la regla. Un tipo que llevó sus convicciones hasta la necedad. Un jugador de la gente. Hasta a los antiamericanistas les simpatizaba por su perfil dicharachero, sus desplantes de llano y su carisma.
‘Cuau’ era del pueblo y el pueblo no se equivoca a la hora de percibir el carisma. Rebelde con causa, la suya, la de sobreponerse a las adversidad de los primeros años para destacar a costa de lo que fuere, con calidad imponente o a madrazos de ser necesario. Ese carisma le ayudó en las urnas.
El ‘Cuau’ se mete a donde quiere y logra lo que se propone. Luego puede preguntarse internamente las raras razones para hacer ciertas cosas. Y si hubiera arrepentimiento, es interno, jamás cosa para publicarse.
Siempre en control, siempre a su modo. Un día se rompió y renunció llorando a la Selección. Su pasión por el juego y la verde pudieron más. Alargó lo más que pudo su andar en las canchas, aunque al final con jugara con una pierna. Se iría bajo sus condiciones y así ocurrió.
Con dinero y sin dinero, hace siempre lo que quiere y su palabra ha sido la ley. Hoy el Azteca tendrá un aroma distinto, una vibración especial. Si el homenaje llega un poco tarde o no es de lo más pomposo, no es relevante. El hecho es que los reconocimientos se vuelvan parte de las costumbres de la liga mexicana.
El ‘Cuau’ va a llorar hoy. No se imaginó que este día llegaría, y hasta que no llegara, no se sentía completo. Hoy sabrá que no hay más. Lo conocí como compañero de trabajo en Brasil 2014. Solidario, ocurrente, amable y profesional bajo cualquier condición. El futbol fue generoso con él, y él, fabuloso con el juego. Nada se deben.
Se va un superdotado, ese que no se arrugó frente a ningún penal ni rival, ese que no necesitaba entrenar como los demás porque el talento le brotaba aún andando de trotón. Cara levantada siempre, como ordenan en el barrio. El pie ya conoce donde está el balón, así que mirada y cerebro sabrán como adelantarse a los demás con el pase imposible que solo él podía soltar. Con sedosa pegada con ambas piernas, se encarreraba y solo a falta de un centímetro para pegarle al balón sabíamos la pierna elegida. Pero de entre todas las virtudes físicas, futbolísticas y sicológicas, me quedo con el jugador de nieve. Ese que nunca, nada ni nadie provocó en la cancha un dejo de nerviosismo. Buen viaje, alcalde.
Twitter: Javier_Alarcon_