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#SiMeMatan, ¿qué dirán de mí? fue el hashtag al que recurrieron cientos de mexicanas indignadas por las declaraciones misóginas de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México al descubrirse en la madrugada del jueves pasado el cuerpo de Lesvy Berlín Osorio, una joven de 22 años, estrangulada con el cable de un teléfono frente al Instituto de Ingeniería de la UNAM.
La PGJ capitalina emitió mensajes que sugirieron la responsabilidad de Lesvy, al señalar que “era alcohólica y mala estudiante; estaba drogándose con unos amigos, se había ido de su casa y vivía en concubinato con su novio”. Poner en el centro del pronunciamiento el modo de vida de una chica que fue víctima de un delito que terminó con su vida es insinuar su culpabilidad; es desviar la atención de la amenaza que significa para las mujeres, en especial para las jóvenes, circular por la ciudad y pretender tener una vida libre y segura. Tal discurso, por espontáneo que haya sido, o justo por eso, sólo puede provocar la reprobación total.
A pesar de que el procurador capitalino, Rodolfo Ríos Garza, ofreció una disculpa por expresiones que lo que hacen es victimizar doblemente a Lesvy, el problema es que no es un incidente aislado, sino que revela lo arraigado que está en nuestra sociedad el desprecio de género que permite que, ante un acto de agresión a una joven, se desaten los resortes misóginos que impregnan nuestro imaginario colectivo.
La violencia machista que azota a nuestro país volvió a manifestarse en toda su plenitud y sus dimensiones física, social y cultural. La aparición del cuerpo inerme provocó el repudio social frente la inseguridad que padecen las mujeres de forma cotidiana, en todo el país. La reacción inmediata fue una manifestación de cerca de 2 mil 500 estudiantes y personas frente a la Torre de Rectoría de la UNAM para exigir justicia y frenar la agresión de género que es doblemente reprobable en un espacio de inclusión y libertad como el universitario.
Empero, el reclamo se dirigió a la autoridad universitaria y sólo indirectamente a quienes son responsables de investigar y perseguir el delito en la ciudad. De ahí la importancia del mensaje #SiMeMatan para destacar que es inaceptable que pretenda justificarse el homicidio de Lesvy en razón de su vida privada.
La diferencia en las respuestas al reclamo de las manifestantes por la muerte de la joven, fue abismal. Mientras el rector de la UNAM asumió de entrada su responsabilidad y de inmediato emitió un pronunciamiento público en el que señaló estar en deuda con la sociedad por no haber logrado eliminar la inseguridad en el campus universitario, las autoridades del Ministerio Público capitalino apenas reconocieron su “error” de comunicación social.
A pesar de que se ha reforzado la seguridad dentro de las instalaciones de la UNAM y que sus autoridades han tenido diálogos permanentes con las instituciones de seguridad pública de la ciudad, hasta el momento, sabemos que la UNAM proporcionó los registros de las cámaras de vigilancia a las autoridades ministeriales y que las primeras investigaciones avanzan con lentitud.
En los últimos 20 años, los asesinatos de mujeres en nuestro país han ido en aumento y ni la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, ni las modificaciones a la mayoría de los códigos penales estatales para tipificar el feminicidio, o las alertas de género decretadas en varios municipios, han servido para frenarlos. De acuerdo con estadísticas del Inegi, anualmente se registran más de 2 mil 500 mujeres asesinadas y en estos años, las cifras de los homicidios de mujeres han aumentado de 4 a 7 por día. Es urgente que se investigue y se identifique a los culpables, pero es igualmente urgente que trabajemos para cambiar nuestra cultura de denigración hacia la mujer.
Académica de la UNAM.
peschardjacqueline@gmail.com