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El cambio más significativo del siglo XX fue el ingreso de la mujer a la vida política y social. Las mujeres ganaron el reconocimiento de sus derechos políticos activos y pasivos, el acceso a la educación y su lucha por la igualdad se colocó en el centro de la agenda pública. Pero, la magnitud de los avances ha hecho más visible la brecha que aún existe para el pleno empoderamiento económico de las mujeres. Ese fue el tema del Primer Encuentro Internacional sobre Mujeres en la Economía del Conocimiento y la Innovación que se realizó la semana pasada en Mérida, Yucatán.
El objetivo del foro fue discutir la nueva agenda de igualdad, en el marco de la economía del conocimiento que es el sector de la economía que utiliza el conocimiento y la información como elementos esenciales para generar valor y riqueza. El Encuentro puso en la mesa el movimiento “HeForShe”, lanzado por ONU Mujeres en 2014, para lograr el acceso igualitario de las mujeres al empleo, al crédito, al salario y para involucrar a los hombres como agentes de cambio en el proceso de conquista de la igualdad de género, que ha sido tradicionalmente una tarea sólo de mujeres.
El Encuentro Internacional sirvió para conmemorar que hace 100 años, ahí mismo, se realizó el Primer Congreso Feminista del país y si comparamos lo que se discutió entonces con los temas de hoy, veremos cuánto hemos logrado, pero también cuánto nos falta por recorrer.
Hace un siglo en Yucatán, un estado muy avanzado en materia social, los temas del Congreso fueron la igualdad jurídica de las mujeres y su emancipación a los 21 años, permitir el divorcio absoluto, el acceso a la educación primaria y la educación normal y discurrir sobre las funciones públicas que podía desempeñar la mujer. La mayoría de los asistentes eran maestras de escuela, porque era el sector al que legítimamente accedían las mujeres. Hoy, los temas de debate fueron mejorar la vinculación entre los sectores educativo y laboral, cerrar las brechas salariales entre hombres y mujeres, fomentar el acceso de las mujeres a profesiones no tradicionales, mediante un mayor número de becas en ciencia y tecnología; optimizar el acceso al microfinanciamiento, extender las cuotas de género al acceso al empleo, tanto en el sector público, como en el privado; visibilizar el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en un 76.1% en el mundo, corresponsabilizar el trabajo “de cuidado” que ha descansado sobre los hombros de las mujeres.
Sin duda, la agenda sobre la igualdad de las mujeres ha dado un salto cualitativo, pues no se trata únicamente de hacer posible que tengan acceso a puestos de trabajo y a cargos de responsabilidad, sino que participen efectivamente en la toma de decisiones. La mitad de los graduados universitarios son mujeres, pero eso no se refleja en la composición de las empresas, ni de las entidades gubernamentales. Por ello, es indispensable conjugar el trabajo con la familia, o como dijera Rebeca Grynspan, secretaria general iberoamericana, la flexibilidad laboral es indispensable para poder sacar a la mujer de la zona de baja productividad en el que ha estado confinada. Es necesaria la corresponsabilidad en las labores familiares y “ello requiere no sólo innovar el espacio económico y de las empresas, sino un cambio de paradigma en las relaciones de la sociedad”.
En México, desde 2006 contamos con una Ley General para la Igualdad de los Hombres y Mujeres que reglamenta al artículo 4º constitucional, pero estamos lejos de que se haga realidad la inclusión de las mujeres en los esfuerzos por resolver los problemas económicos y sociales que nos aquejan. Ya nadie pone en duda que equipos de trabajo diversos producen mejores ideas y rendimientos que los que no lo son, sin embargo, la diversidad efectiva en los centros de decisión está aún lejos de ser una realidad.
Académica de la UNAM.
peschardjacqueline@gmail.com