Hace unos días me di cuenta que mi suscripción a Netflix, que data desde que el servicio llegó a este país a finales del 2011, fue cancelada “por mi” un miércoles a las 3 de la tarde, cosa que me extrañó ya que a esas horas entre semana estoy, por mis horarios de oficina, terminando mis sacrosantos alimentos; además, claro que no tenía una razón para cancelar un servicio que uso con mucha frecuencia y que siento desquita(ba) los $99 mensuales. Al tratar de resarcir el daño me doy cuenta que el servicio ahora cuesta unos pesos más, ya que se me considera, después de cancelar, un “suscriptor nuevo”; ya entenderá usted por dónde iba la cosa. Me molestó la forma, cómo no, pero no tanto como para renunciar al servicio, sigo pensando que desquita lo que vale, incluso ahora. El servicio dista de ser perfecto, sobre todo en Latinoamérica —bueno, tampoco en España, donde no tienen House of Cards ni Orange is the new black— con el catálogo limitado en comparación con el servicio gringo; el contenido original es punta de lanza, y con las producciones latinoamericanas sumadas a eso compensa de alguna manera las deficiencias. Pero más allá de ser un complemento a la televisión abierta o un sustituto de la televisión por cable, Netflix se está convirtiendo en otra cosa.

Cuando Sony fue hackeada a finales del año pasado y se desató la paranoia por la posibilidad de ataques terroristas a causa de una película producida por la corporación nipona, en la que se ridiculizaba a Kim Jong-un, sin querer se abrió una puerta que posibilitó mirar y medir la penetración que podía tener un producto diseñado para la pantalla grande, lanzado en formato de televisión. El resultado fue que esa película, The Interview, recaudó 2.8 millones de dólares en las salas de cine, contra 15 millones obtenidos por las ventas en línea. Paramount Pictures, productora y distribuidora de cine con más de 100 años de historia, una de las top five de Hollywood, ha sorprendido a la industria tras anunciar que sus películas estarán disponibles vía streaming sólo 15 día después de estrenarse en el cine; es decir, habrá películas que sigan en cartelera al momento del estreno a través de alguna aplicación o página dedicada a ello. Quince días en vez de los dos meses, mínimo, que se acostumbran. Universal Pictures ha estado haciendo pruebas en el mismo sentido.

Netflix ha pasado de ser un blockbuster a domicilio a plantarse como una de las empresas de entretenimiento más grandes del mundo, líder en la transmisión en línea de contenidos. La calidad en la producción de sus series está fuera de duda, el paso lógico era llevar eso mismo al cine. La semana pasada, Netflix estrenó, simultáneamente, su primera película, Beasts of no nation, tanto en cines como en su propia plataforma. Una película que de entrada ha obtenido muy buenas reseñas, lo que si ya nadie le puede quitar es ser la primera película en la historia en ser estrenada en ambos formatos al mismo tiempo. Netflix está retando de frente a toda una industria que no ha visto con buenos ojos la audacia —incluso hubo boicots entre los exhibidores en contra de la película—. Netflix no va a destruir a la gran pantalla, el cine es una experiencia distinta, pero sí le está haciendo la suficiente sombra como para despertar al cácaro dormido no sólo detrás del proyector, sino de toda la industria.

@Lacevos

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