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Por casualidad encontré la fotografía de la I Cumbre de Iberoamérica de Guadalajara en 1991 y me llamó la atención que casi todos los presidentes y/o jefes de gobierno parecían jóvenes entusiastas, de cabello negro; con ganas de cambiar el mundo y ánimos de innovar. Ahora, con la reunión del G20 me doy cuenta que la mayoría de los nuevos líderes tienen más de 60 años y prácticamente todos de cabello gris: Trump 71 años, May 60, Putin 64, Abe 62, Merkel 63, Jinping 64 y Temer 77; y aunque también estén Macron o Trudeau, sin duda hay un cambio en el fondo para favorecer la madurez.
Me pregunto: ¿Qué ha pasado en el mundo que estamos transformando el empuje y la aspiración de cambios por la serenidad y la necesidad de afianzar los logros antes de enfrentarnos a cambios que pudieran no tener un final feliz? ¿Es momento de reflexionar sobre los valores de la juventud, pero sin dejar de lado la importancia de la experiencia? Como escribió Cicerón: las cosas grandes no se hacen con la rapidez o agilidad del cuerpo sino mediante la autoridad y el consejo; cosas que la madurez tiene en abundancia. Tal vez por esto Nietzsche mencionaba que la madurez y la vejez van de la mano porque carecen de la vanidad, común en la juventud. Esta la razón por la que los senadores de la antigua Grecia, personas con sabiduría, marcaban la vida política; decían cómo y por dónde caminar.
Quiero dejar en claro que esto no debe implicar cerrarles la puerta a los jóvenes. Al contrario. Tenemos que construir un entramado social y político que les permita absorber la experiencia; integrarla a su posición de trabajo, conjuntarla con su manera de ver la vida y que les permita valorar lo que se ha hecho y se ha hecho bien. Las cosas no deben cambiar sólo por cambiar, sino con el objeto de hacerlas mejor.
Aquí remarco la importancia del desarrollo económico con justicia social para darles opciones a los jóvenes. En virtud de ello, el presidente Peña ha construido reformas que incrementarán las opciones de futuro. Las reformas no sólo implican crear trabajos hoy, sino construir una sociedad del mañana más igualitaria, con oportunidades para todos y con mayor inversión y más infraestructura.
Este cambio de liderazgos en el mundo, y considerando que los tiempos políticos en México nos llevarán también a un cambio en nuestros liderazgos, me lleva a analizar con cuidado que, a un año de la elección presidencial, ya muchos partidos tienen casi definidos a sus precandidatos. Llama la atención que la mayoría de ellos tienen experiencia, con trayectoria política y de gobierno: secretarios y ex secretarios de Estado, gobernadores, ex gobernadores, jefe y ex jefes de Gobierno de la Ciudad de México y un ex rector de la mayor universidad de Latinoamérica, también con experiencia de gobierno. Pero también hay quienes no han tenido práctica alguna y sólo manifiestan en palabras los éxitos que quisieran lograr como gobernantes; no han administrado una tienda de abarrotes y ya quieren manejar un país.
Los discursos y compromisos políticos deben tener rumbo, conocimiento, destreza y serenidad para saber qué es lo que se necesita cambiar y cómo hacerlo.
Es evidente que todos los partidos deben tener apertura a otras expresiones políticas que apoyen y sumen; no obstante, en aras de darle claridad a la ciudadanía sobre sus propuestas, deben sumarse con corrientes que les sean afines. En estos días hemos visto intentos por formar una alianza con meros fines electorales, pero que difieren en sus estructuras ideológicas; incluso, en los mínimos detalles sobre cómo deben vivir las personas. Con estas diferencias es difícil que puedan dar claridad a la sociedad.
No hay duda en que debemos seguir creando oportunidades y alternativas a la juventud, pues es importante y fundamental en una sociedad, los jóvenes tienen que estar inmersos en la política, pero entendiendo la importancia de la serenidad y de la experiencia. El mundo ya está marcando que valora estos atributos.
Coordinador general de Puertos y Marina Mercante.
guillermo.ruizdeteresa@yahoo.com