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Cada vez que un ciclo termina conviene tomarse un tiempo para mirar hacia atrás, para valorar todo lo que hemos logrado y las oportunidades que están en puerta. Cuando la Tierra da una vuelta más al Sol, es momento de reflexión personal, de evaluar nuestras opciones de crecimiento, de cambio, de superación.
Terminamos un año y la primera mitad de esta administración, que será recordada sin duda por las reformas estructurales, cuyo consenso costó tanto trabajo construir. Estoy cierto, las reformas son y serán punta de lanza para el desarrollo nacional.
Cada una de las reformas va a abrir múltiples oportunidades para las siguientes generaciones. Cada una de las reformas va a permitir transformar lo que llevaba tiempo atorado; mover a México hacia un futuro más próspero. Cada una de las reformas está impulsando el desarrollo de las distintas regiones del país y sobre todo, generando empleo digno y bienestar para la sociedad.
El 2016 trae consigo retos para el gobierno, sin duda, pero hay que dar mérito a quien mérito merece, pues a veces pareciera que estamos tan acostumbrados a la inmediatez sexenal, a tener un horizonte reducido a 6 años, que nos cuesta trabajo ver más allá. Hay que tener la templanza necesaria para mirar en el futuro el país que deseamos.
Replantear el país es una empresa de largo aliento. Comúnmente se dice que Roma no se construyó en un día, y yo agregaría, ni en tres años. Esa es la principal virtud de la visión del presidente Peña Nieto, que apostó por los cambios de fondo, estructurales, en vez de soluciones al vapor de la inmediatez electoral.
Probablemente los resultados de las reformas se disfrutarán plenamente en otros sexenios, y ponerlas en operación implica desgaste y capital político, pero con tiempo y mucho esfuerzo, sus beneficios durarán por generaciones. No es de extrañar que por décadas nadie se haya atrevido a correr el riesgo político de hacer realidad los cambios que el país tanto necesitaba. Esa es la apuesta de un verdadero estadista: la capacidad de poner el bien común por encima del interés político para dar un nuevo rumbo a México.
Sin embargo, romper con las inercias del corto plazo no es cosa fácil, pues incluso grandes analistas y periodistas han caído en la premura del acontecer diario, olvidándose de pensar con visión de largo plazo.
Tenemos que sopesar también las ventajas, las fortalezas y la estabilidad macroeconómica e institucional con las que hoy cuenta México. No se vale sólo hablar de lo malo, sino reconocer lo que se ha hecho bien; y evaluar las nuevas oportunidades y los nuevos desafíos que, como nación, habremos de afrontar en los próximos años.
En la SCT redoblaremos nuestro esfuerzo para concluir y llevar a buen puerto los grandes proyectos del Programa Nacional de Infraestructura, y así contribuir a la meta nacional de transformar a México en una plataforma logística global de alto valor agregado, para que nuestro país sea un referente del comercio mundial y motivo de orgullo para todos los mexicanos.
Cerrar un año e iniciar uno nuevo es un momento propicio para creer en nosotros mismos. Comenzamos la segunda mitad del sexenio con muchas ganas y más fuerza.
Coordinador general de Puertos y Marina
Mercante
guillermo.ruizdeteresa@yahoo.com