Recientemente, varios autores han escrito artículos periodísticos que sugieren que la desigualdad en México no es un problema y que en lugar de enfatizar ese aspecto deberíamos concentrarnos en el tema de la pobreza y en la ausencia de crecimiento económico. Véanse, entre otros, artículos recientes de Sergio Sarmiento, Luis Pazos, Ricardo Salinas Pliego y, más recientemente, Luis Rubio. Según algunos de estos autores discutir el tema de la desigualdad probablemente tiene como objetivo “conducir a los países al socialismo” (Salinas Pliego) o “minar el capitalismo y acumular más fondos para uso de la burocracia” (Luis Rubio). Nada más equivocado que eso. Este tipo de afirmaciones representan una incomprensión básica del tema de fondo. Veamos por qué, al menos en México, la desigualdad sí es el problema.

Entre 1992 y 2014 el ingreso per cápita de los mexicanos creció en cerca de 25%. A pesar de ello, y de acuerdo a las cifras oficiales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, la tasa de pobreza por ingresos se mantuvo prácticamente constante: 53.2% en 2014 versus 53.1% en 1992. Lo mismo ocurrió con la tasa de pobreza extrema: 20.6% en 2014 versus 21.4% en 1992. Al mismo tiempo, la desigualdad en México en dicho periodo subió de manera muy significativa. De acuerdo a las estimaciones de Miguel del Castillo Negrete, investigador del ITAM, una vez que se corrige por la subdeclaración de los ingresos provenientes de la propiedad, el coeficiente de Gini en México pasó de 0.52 en 1992 a 0.65 en 2012 (repositorio.cepal.org/bitstream/handle/- 11362/39531/S1501288_es.pdf).

Estos resultados sugieren que el problema entonces no es sólo la falta de crecimiento, sino la forma en la que se distribuyen los beneficios de éste. Es decir, el crecimiento económico en México no sólo es bajo sino excluyente, ya que sus beneficios tienden a concentrarse en la parte superior de la distribución. El crecimiento en sí mismo no nos ha ayudado a reducir la pobreza en el país debido a factores estructurales que es necesario modificar. Si a esto agregamos el hecho de que la mala distribución del ingreso también afecta la capacidad de crecimiento, tal y como lo han sugerido estudios recientes de investigadores del FMI, del Banco Mundial y de la OCDE, entonces nos encontramos en un círculo vicioso que sólo será posible romper si logramos modificar dichos factores estructurales.

Por otro lado, Luis Rubio señala que “en el mundo actual no hay asunto más divisivo y politizado que la desigualdad.” Tampoco coincido con esta afirmación. Para empezar, esto no tiene por qué ser así. No es necesario plantear el tema como un asunto de pobres contra ricos o de “propagar un ideario antiempresarial”, como lo afirmó Salinas Pliego. Esa visión lo único que hace es polarizar a la población y tratar de crear una división allí donde no necesariamente debería existir. Es importante entender que reducir la desigualdad debería ser visto como algo deseable para todos. Para algunos, la reducción de la desigualdad puede ser deseable desde un punto de vista fundamentalmente ético o moral. Para otros, la reducción de la desigualdad en México podría entenderse desde un punto de vista estrictamente económico, que puede ayudar a fortalecer el mercado interno y, por ende, la capacidad de crecimiento del país. También puede ser visto como un mecanismo que permita el desarrollo más equitativo de pequeñas y medianas empresas frente a otras de mayor envergadura. Finalmente, para otros, quizá para la mayor parte de la sociedad, reducir la desigualdad puede ser visto como un mecanismo que fortalezca la cohesión política y social. Varios estudios han demostrado que la desigualdad en México está asociada a mayor violencia y criminalidad, y que la falta de oportunidades de estudio o de trabajo para los jóvenes está asociada a su participación en actividades antisociales o relacionadas al crimen organizado.

Por todo ello, es erróneo plantear al tema de la reducción de la desigualdad como algo que trata de polarizar al país o que pretende obtener un beneficio político. Por el contrario, esto debería ser algo que nos una como nación y que nos ayude a construir una economía más sólida y equitativa y un país con mayor cohesión social y política. Un mejor país, pues.

Economista

@esquivelgerardo

gesquive@colmex.mx

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