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El miedo es una de las sensaciones básicas del ser humano. Su descontrol puede conducir al pánico. Su adecuado control y modulación puede mantener un régimen y hacer ganar una elección.
La última Encuesta de Seguridad Pública Urbana (Ensu), realizada por el Inegi en diciembre de 2016, muestra un notable incremento en la percepción de la inseguridad pública a nivel nacional. La percepción es una sensación que tiene impacto en el comportamiento de las personas, aun y cuando la percepción no corresponda con la realidad, sea mayor o menor con la misma. Una sociedad vulnerable constituye una agenda de riesgo para la gobernabilidad y una ventaja que puede ser políticamente rentable.
Debe decirse que la percepción no necesariamente va a estar asociada al nivel de criminalidad de una región, de una ciudad o de un Estado, porque hay sendas diferencias.
Un ejemplo de lo anterior es que la mayoría de los gobiernos, en sus tres niveles, emplean las estadísticas de denuncias para implementar o modificar políticas públicas de represión del crimen. No toman en consideración que las denuncias sólo demuestran la capacidad de la autoridad para registrar hechos que pueden ser constitutivos de delito, pero jamás contienen la realidad de ese fenómeno. Muchas víctimas de delito prefieren no denunciar por diversas razones y tales hechos quedan en lo que se conoce como cifra negra.
La percepción como sensación está vinculada más a la comunicabilidad del crimen, que en esta era de las redes sociales, demuestra su efectividad en casos recientes como Playa del Carmen, Cancún y Monterrey, por mencionar los más recientes. La velocidad de la información y la ansiedad por tenerla, respecto de un hecho violento, nos vuelve vulnerables a todos los que apostando a la calamidad nos vemos como potenciales víctimas, sin tener certeza del grado de probablidad. Ante el crimen, aflora la sensación de ser los siguientes.
La ineficacia de los órganos que integran el sistema penal genera impunidad y desconfianza en la sociedad, campo fértil para propuestas populistas como el de armarnos todos, elevar penas, crear más cárceles y reducir la edad de imputabilidad penal, entre otras.
Varias campañas políticas en el mundo, se han montado en la percepción más que en la realidad, para poder obtener triunfos electorales con base en el discurso punitivo, ¿por qué? La razón la anotó Carlos París: “La delincuencia, si no es excesiva, sirve muy eficazmente a la estabilidad del poder y a su evolución hacia formas crecientemente autoritarias en una sociedad de escasez. Cuando ya no se puede proporcionar al ciudadano los bienes y servicios necesarios, se pretende que demande seguridad, que aspire, al menos, a salvar su integridad física, su tranquilidad. Además, se programa fomentar al ciudadano miedoso o aterrado, porque siempre será mucho más manejable”. (Crítica a la civilización nuclear). En las elecciones de este 2017, el apotegma anterior y el resultado de la Ensu serán sometidas a prueba. El miedo del crimen puede terminar en pánico. Y los recientes saqueos ya lo demostraron.
Abogado penalista