La Suprema Corte de Justicia de la Nación, o una de las salas que la integran, ha puesto en el centro de la mesa un tema que habíamos evitado discutir en serio durante décadas. Al hacer valer el derecho de cuatro ciudadanos mexicanos a sembrar y cosechar marihuana para el autoconsumo la Corte no legalizó, como erronéamente se ha dicho, la producción, el transporte o la venta de esa droga. Lo que sí ha hecho, y ese es un enorme servicio a nuestro país, es provocar un debate que, si se da con mesura e inteligencia, puede llevarnos a repensar y replantear lo que claramente ha sido una política ineficaz frente al que hoy es el principal problema de seguridad pública en México.

No haré aquí la reseña de la odisea judicial que implicó este proceso para los cuatro integrantes del colectivo autodenominado SMART (Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante) ni entraré tampoco en los argumentos legales de quienes apoyaron o se opusieron férreamente a este camino. Creo que los SMARTs supieron avanzar su causa no sólo en lo legal sino tambien en lo mediático y lo social, y afortunadamente para ellos su caso cayó en una de las salas más progresistas de la Suprema Corte, lo cual indudablemente facilitó el camino de esta primera y muy acotada resolución judicial.

Por culpas propias y ajenas, México vive hoy en el infierno de la ubicuidad de los cárteles del narcotráfico, que han permeado de tal manera todos los niveles de la vida nacional que ni siquiera una guerra como la que se ha lanzado contra ellos en los últimos nueve años ha podido hacerles mella. No obstante miles de millones de dólares, miles y miles de vidas perdidas, energía política y social enfocadas a ello, y algunos avances puntuales, en la gran panorámica el enemigo sigue avanzando, como la masa informe de una marabunta.

Simplistas e injustos quienes pretenden culpar de tan lamentable situación a los esfuerzos del actual y el anterior gobierno federal por combatir a los grandes cárteles, como si hubiese sido preferible dejarlos operar impunemente y adueñarse aún más de las estructuras del poder político y económico del país. Pero no podemos dejar de ver que, a casi diez años, y dada la experiencia de otros países en este tema, se trata de una guerra imposible de ganar.

El del narcotráfico es un problema cuyo origen esta en la demanda desmedida de las naciones más ricas y desarrolladas. A nosotros nos pega especialmente la de nuestro voraz e insaciable cliente del norte, que no conforme con ser el mayor comprador de drogas del mundo es también uno de los principales proveedores de armamento del crímen organizado, que lo usa para combatir a policías, soldados, marinos y a la sociedad mexicana en su conjunto. Y después, por si no bastara la ofensa, viene la injuria de la crítica y la descalficación por ser México proveedor de sus ansiedades y comprador de sus balas...

Por si fuera eso poco, se suma la ironía perversa de ver cómo en algunos estados de la Unión Americana es legal ya el consumo, transporte y comercialización de la marihuana mientras que en México seguimos persiguiendo a (y llenando nuestras cárceles de) consumidores o vendedores de cantidades irrisorias de dicha droga. Así que resulta evidente que lo que estamos haciendo no está funcionando, y no va tampoco en la dirección que parece tomar el mundo a nuestro alrededor.

A diferencia de algunos que creen ser dueños de la verdad, yo no tengo la receta ni la solución inmediata a este problema mayúsculo con el que nos tocó vivir. Lo que sí sé es que tenemos, ya, que replantear el debate, redefinir al enemigo y concentrar nuestros esfuerzos en lo que sí importa y en lo que sí vale la pena. Es hora de una gran discusión nacional al respecto.

Y es por ello, porque nos ayudaron a hacerlo, que agradezco a los SMARTs y a los ministros de la Primera Sala de la Suprema Corte.

Analista político y comunicador.
Twitter: @gabrielguerrac
www.gabrielguerracastellanos.com

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