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En 1968, en San Miguel Canoa, Puebla, cercano al monte La Malinche, una turba linchó a 4 empleados de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Quedó como testimonio la película de Felipe Cazals: Canoa. Las 4 víctimas fueron sorprendidos por la lluvia y debieron interrumpir sus planes para acampar en la montaña. Después de ser rechazados en el templo y la presidencia municipal, los albergó un vecino. El cura de la iglesia local, Enrique Meza Pérez, difundió la especie de que eran comunistas. Al sonido de las campanas al vuelo, una turba enardecida atacó la casa de Lucas García quien los había hospedado esa noche. Lucas fue degollado con una pala y los 4 trabajadores fueron arrastrados con violencia. Uno pereció de un balazo en la cabeza, los demás fueron golpeados hasta que los creyeron muertos. Luego fueron rescatados por policías y soldados.
El lunes pasado, 19 de octubre, en Ajalpan, Puebla, fueron linchados José Abraham y Rey David Copado Molina. Ambos jóvenes realizaban encuestas para la empresa Marketing and Research Services sobre nutrición infantil. Según la información difundida, corrió el rumor de que los encuestadores eran en realidad secuestradores y les acusaron de querer raptar a una niña. La base del temor fuenteovejuno fue que “realizaban preguntas sospechosas”. Esta vez no eran supuestos “comunistas”, sino “secuestradores”. La intervención de la policía los salvó momentáneamente pero al llevarlos al palacio municipal de Ajalpan la turba se inconformó con las autoridades, atacó a la policía, que abandonó la comandancia y dejó en manos de la muchedumbre enardecida a los dos jóvenes que enseguida fueron golpeados hasta la muerte y luego incinerados con gasolina en la explanada de la Presidencia Municipal.
No es la primera vez que esto ocurre ni tampoco es Puebla la única entidad donde han ocurrido estos crímenes horrendos. Pero es alarmante que en este año hayan ocurrido en ese mismo estado al menos 9 incidentes entre linchamientos o intentos de hacerlo en diferentes poblaciones (http://bit.ly/1W9ymA7). Las autoridades estatales han intervenido para controlar la violencia pero nadie devolverá la vida a José Abraham y Rey David. La inseguridad, el temor, la rabia están a flor de la piel de la población. Una atenta lectura del excelente reporte de Marcos Muedano publicado el viernes en EL UNIVERSAL (http://eluni.mx/1hZKpNw) permite avizorar la profunda desconfianza de la población en las autoridades “competentes”. A medida que el rumor fue extendiéndose a través de redes sociales y la policía intervino para esclarecer la identidad de los indiciados por el dedo popular, la turba fue creciendo. Las autoridades comprobaron la identidad de los hermanos pero la gente no aceptó explicaciones y a continuación se desencadenó la tragedia. El rumor de que pretendían secuestrar a una menor no tenía fundamento; nada lejanamente parecido estaba ocurriendo. ¿Qué causa tal irritación para que el pueblo esté dispuesto a hacer justicia por propia mano? Sin duda los factores determinantes son muchos, pero la desconfianza en las autoridades fue (es) un ingrediente innegable. A diferencia de lo que afirmó el gobernador, este acontecimiento y sus gemelos sí dan cuenta de ingobernabilidad. La peor ingobernabilidad es la que emana de la desconfianza. México es un país donde ésta crece en abundancia y las autoridades no han hecho lo necesario para revertir su afluencia. La capacidad que han logrado criminales de toda laya para operar en el país con la connivencia de las autoridades o por su incompetencia cala en lo más hondo: el miedo que origina la irracionalidad masiva y desata los instintos más elementales, de Canoa a Ajalpan y de regreso. En estos sucesos debería leerse una advertencia. De no corregir actuaciones insostenibles, de no atender a las causas de la ira estos crímenes seguirán sucediendo. Hay que actuar antes de que sea tarde.
Director de Flacso en México.
@pacovaldesu