La creación de los túneles tiene su origen con el oficio de la minería. La mina más antigua del mundo se localiza bajo un cerro en Suazilandia al sur de África, y data ni más ni menos del año 40 mil a.C. En ella el hombre de Neandertal buscaba la piedra de sangre, utilizada para ritos mortuorios; mas el primer túnel de la historia, se dice, fue el que mandó construir Semíramis —reina de la antigua Asiria— bajo el río Eúfrates para comunicar el Palacio y el Templo de Belos en la Babilonia del 2200 a.C.

A lo largo de la historia distintas culturas han construido túneles con diversos objetivos; así, tanto en el antiguo Egipto como en las civilizaciones orientales el túnel tuvo un carácter religioso, en otras se ha caracterizado por un propósito ingenieril e hidráulico. El más famoso de ellos es el de la Isla de Samos, en Grecia, con una longitud de un kilómetro, abastecía el agua al centro de la isla y funcionó durante un milenio; fue considerado una de las maravillas del mundo heleno. Más cercano a nuestros días además de la minería, el ferrocarril hizo que estos espacios horadados aparecieren por doquier para transportar personas y mercancías evitando barreras naturales y terrenos accidentados.

Hoy resulta impensable una ciudad sin túneles, ya sea para la distribución del agua, encausar el drenaje, desarrollar el Metro, para la movilidad vehicular y peatonal, la conducción de energía y las telecomunicaciones, como interconexión de edificios en complejos arquitectónicos, en fin, la lista resultaría interminable. Y qué decir de los grandes túneles subacuáticos y submontañosos de extensos recorridos que superan barreras físicas con gran complejidad, uniendo territorios y naciones. Baste mencionar el Eurotúnel bajo el Canal de la Mancha, el del Mont Blanc y San Gotardo bajo los Alpes, el del Cristo Redentor en los Andes entre Argentina y Chile.

Más las leyendas sobre los mismos son vastas, lo soterrado y subterráneo siempre resultará enigmático, sorprendente, se asientan ahí bunkers, bóvedas para atesorar monedas y bienes, pasadizos secretos entre castillos y construcciones aledañas, corredores lineales oscuros bajo tierra en conventos, templos, palacios, cuarteles y casonas, sitios fantásticos que han dado rienda suelta a la imaginación colectiva propiciando mitos y leyendas inimaginables, así como hechos verídicos, espacios que por naturaleza propician el secreto y el misterio, instrumento extraordinario para el escape. Ya se trate de fugaces salidas para gozar de experiencias momentáneas distintas a las cotidianas o de fugas o huidas espectaculares, la literatura y el cine han sido fieles narradores de muchas aventuras e historias. Por ello no es de sorprender la incredulidad reinante en la sociedad mexicana sobre el escape cuasi cinematográfico del Chapo Guzmán y del cómo sabiendo lo que han significado los túneles a lo largo de la historia y de la utilización que el personaje ha hecho de ellos para múltiples usos, se le tenía recluido en una celda a ras de tierra; ¿ignorancia o complicidad?

Arquitecto

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