Fruto de las recientes modificaciones a la estructura política de la, hoy, Ciudad de México, se han desatado una serie de cuestionamientos y comentarios sobre si tal reforma redundará en un real beneficio para los ciudadanos, en la de una mejor operación de la ciudad o, en su caso, si los únicos que saldrán beneficiados serán los partidos políticos. Ojalá esto último no suceda, ya que de resultar así sería lamentable. Unido a lo anterior, un tema de aparente menor importancia, pero sí de fondo, es el relativo a qué acrónimo sustituirá al DF y cuál gentilicio será el dominante, al dejar de utilizar el término Distrito Federal.
Veamos, por acrónimo se entiende a un par o grupo de siglas que se pronuncian como una palabra. Son siglas que se leen como se escriben, por ejemplo ONU, UNESCO, UNAM, Pemex, SIDA, FAO, SAT. Los anteriores acrónimos tienen la virtud de contar con letras vocales intercaladas o unidas entre consonantes, hecho que facilita su lectura y pronunciación. Al Distrito Federal por décadas se le reconoció como DF y se le pronunciaba con la vocal e, seguida de cada una de sus consonantes. Por el momento, la autoridad ha optado por utilizar CDMX, siglas que no se convierten en acrónimo, ya que su lectura y pronunciación resultan difíciles, entre otros detalles, por no contar con vocales. El actual impulso por bautizar con acrónimos a museos, aeropuertos, restaurantes, barrios y ciudades no debe crear códigos de identificación al vapor. Pertinente sería hacer una invitación a ciudadanos creativos para realizar propuestas donde, con seguridad, aparecerían ideas que tendrían un resultado más amable y eficaz. Reducir siglas en el caso de no contar con vocales o utilizar las letras iniciales ayuda, ahí están: NY Nueva York , TJ Tijuana, LA Los Ángeles, SF San Francisco, UK United Kingdom, CZ Czech Republic; por ejemplo CM para Ciudad de México, podría ser una opción más clara y legible.
Otro elemento de identidad es el relativo a los gentilicios, los cuales son adjetivos que denotan el origen geográfico de las personas por ciudad, región, estado, barrio u otro lugar. Es común nombrar a una persona por su gentilicio: porteño, carioca, jarocho, culichi, cachanilla, costeño, regio, paisa, coleto, tico, boricua, términos por demás atractivos y de amplia aceptación. Los gentilicios no se otorgan por decreto ni se oficializan, son resultado de la cultura popular y de sus tradiciones. Son los propios habitantes y, en ocasiones, ajenos a las localidades quienes los crean y hacen que así se reconozca a la personas de un lugar. Pensar en imponer un nuevo gentilicio a los habitantes de la Ciudad de México, debido a la modificación de su status jurídico-político, resulta absurdo e innecesario; la cultura, la naturaleza de un lugar y la de sus habitantes, así como hechos históricos significativos, estarán siempre sobre disposiciones político-administrativas. La ciudad continuará siendo la capital de la República, por ende, capitalino mantendrá su validez; el chilango es muy popular y cuenta con gran arraigo, el único que ya no tendría sentido sería el defeño. Por favor, no traten de crear falsas identidades como mexiqueño o cualquier otro.
Recordemos que hasta cuando los países desaparecen o se desdibujan, lo único que queda de ellos es su cultura.
Arquitecto