La vida se caracteriza por un ejercicio permanente de optar. La toma de decisiones sobre cualquier actividad, determina el futuro de todos, desde la más insignificante, hasta la más complicada.
Cuando una persona tiene más opciones, su calidad de vida es mayor pero no necesariamente la calidad de sus decisiones. Éstas necesitan la mayor y mejor información.
Durante el periodo que comprende la educación básica, se desarrolla la etapa en que un niñ@ se transforma en joven y experimenta características sexuales secundarias.
Y pregunto. ¿Cuántas veces se habla de sexualidad en la escuela? ¿Cuánto se informa sobre los efectos de ingerir sustancias psicotrópicas? ¿Qué tanto conocen los maestros sobre la formación del carácter de los alumnos? ¿Se enteran del desamor, maltrato y minusvaluación de muchos? ¿Saben de traumas de abandono paterno?
Eso es más importante que permitir o no, cultivar mariguana para usos lúdicos. Sin embargo, la polémica ocupa reflectores que no se dirigen a conocer y proponer una educación que supere el enfoque mundial de educar sólo para producir empleados o consumidores.
Se les olvida que un joven herido en su afectividad debe atenderse, además de exigirle lectoescritura y matemáticas.
La droga es primordialmente una fuga. ¿Qué es más importante para una sociedad, prohibirla a sus jóvenes o fortalecerles la autoestima y el carácter para decidir mejor? Lo cierto es que en materia de sexo y drogas no reciben información y orientación de manera regular.
Quienes quieren liberalizar las drogas tienen un punto poderoso a favor de la libertad individual de elección, pero ésta sólo se ejerce a plenitud con información.
Otros afirman que la despenalización reduciría la violencia. Lo cierto es que no hay receta mágica para combatir al crimen organizado. Sin duda, devaluar el precio de las drogas podrá ayudar, pero no es suficiente, ya que el problema es multifactorial.
Quienes se oponen a la liberalización de las drogas alegan un problema de salud pública y con ello sacan a relucir la pobreza de nuestras instituciones para apoyar a los adictos. Hay temor de que se rebase la capacidad de respuesta del Estado ante un previsible crecimiento de enfermos por adicción.
Tampoco es receta mágica prohibir el consumo de drogas, ya que el número de consumidores y adictos ha crecido consistentemente en el tiempo, pese a ello.
Por todo lo anterior, la polémica sobre despenalización de drogas debe acompañarse de una decisión de Estado de transformar el currículum educativo, el método de enseñanza y la capacitación magisterial en psicología positiva, para hacer realidad que lo que se aprenda en la escuela sea significativo para la vida cotidiana, no sólo futura, de los alumnos.
Es inaplazable enseñar para la vida, además de para el mercado y formar el carácter de nuestros niñ@s y jóvenes, además de sus conocimientos.
No es mucho pedir, ni tampoco es difícil. Basta la decisión de hacerlo, pero para ello hay que tener, antes, un rumbo.
Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
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