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A raíz de la invitación de Andrés Manuel López Obrador para integrarme a un grupo plural, apartidista y autónomo de personas interesadas en buscar soluciones a los grandes problemas de México, para enriquecer la elaboración de su programa de gobierno, recuerdo una reunión que sucedió en 1998, de lo más interesante.
En Cocoyoc, estado de Morelos, siendo secretario de Desarrollo Social, invité a cerca de 60 personas de muy diversas realidades y experiencias a discutir sobre alternativas para el desarrollo armónico de México.
La reflexión fue conducida por Felipe González, ex presidente de España. Entre los participantes estaban, desde una campesina humilde de Yucatán hasta Carlos Slim.
Lo verdaderamente interesante de este ejercicio es que, en un ambiente de reflexión mutua, diferentes Méxicos se encontraban y comprendían que la diversidad de experiencias no anulaban una lógica común y un interés mutuo.
La opinión de unos nutría el conocimiento de otros. Un ejidatario de Durango, llamado Hugo Sánchez, le decía al empresario Manuel Arango: “ustedes se obsesionan en decir que tenemos que ser productivos pero ya que lo logramos, nos topamos con la barrera de que no nos abren sus mercados. No tenemos dónde vender nuestros productos agrícolas”.
Esto le abrió los ojos a los asistentes sobre un problema muy serio que no estaba en la agenda.
Patricia Flores, beneficiaria de FONAES, que recibía crédito para su empresa social, me decía: “nunca pensé que estos señores fueran sensibles a nuestros problemas”.
¡Bienvenida la diversidad de opiniones!
Las ideas de unos fertilizan las de otros porque las ideas tienen sexo.
El punto es que los diversos Méxicos no se conocen, no se tocan. Cada uno vive su realidad rodeada por muros más peligrosos que los de Trump, porque son mentales, históricos, arraigados.
Muros cimentados desde la conquista, profundizados en el virreinato y vigentes al día de hoy.
Porque conozco esos muros, entiendo la reacción al anuncio de colaborar con AMLO, coordinando la mesa de trabajo sobre desarrollo social: los extremos se sorprendieron y el centro aplaudió.
Afortunadamente, cada vez hay más personas convencidas de que ver a los demás por su color partidista, de piel, de religión, de sexo, geografía, no es lo relevante.
Lo relevante es estar de acuerdo en lo esencial aunque se esté en desacuerdo en lo demás.
¿En qué estamos de acuerdo esencialmente los mexicanos?
¿Cuál es el posicionamiento que queremos construir frente a la comunidad internacional?
¿Qué mínimos de bienestar económico, cultural y humano queremos garantizar a cada bebé que nace mexicano?
Esas son algunas de las preguntas que debemos resolver de inmediato, con generosidad, dándole valor a la opinión del otro, venga de donde venga.
Urge la unidad nacional y ésta no se va a construir sola.
Si nos sentamos en la misma mesa a definir colectivamente qué es México y qué somos los mexicanos, nos levantaremos fuertes y definidos, con el alma encendida y la voluntad robustecida para enfrentar nuestras miserias antes de hacerlo con las que nos trata de imponer Trump.
Si no lo hacemos hoy, ¿cuándo?
Presidente Ejecutivo Fundación Azteca.
emoctezuma@tvazteca.com.mx
Twitter: @EMoctezumaB