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Vivimos momentos definitorios a nivel global. Ante nuestros ojos se derrumba una era, pero aún nuestros oídos no reconocen el llanto de la nueva era, recién nacida.
Estamos a la mitad del río.
Por un lado huele a podrido y por otro, a una fragancia desconocida.
¡Hay tantos sin sabores!, el viejo equilibrio está roto y el nuevo por construirse. Por ello hay tanta confusión.
Aunque sea inverosímil, la fórmula para progresar ya no es hacer mejor lo mismo.
Por ejemplo, en educación se trabaja incansablemente por hacer mejor lo mismo, cuando todas las fuentes de aprendizaje han cambiado.
Veamos una demostración: los 10 trabajos más demandados en el mundo ¡no existían en 2004!
Entonces, ¿qué va a enseñar un maestro cuando la demanda de competencias de sus alumnos dentro de 10 años, seguramente será sobre habilidades que hoy no existen?
Hay problemas globales que requieren urgente acción. Uno de ellos es relativo al medio ambiente, en donde los ecologistas advierten la sexta extinción masiva en el planeta.
En otros ámbitos como en la política, la sociedad no cree más en los partidos políticos y en los representantes populares porque el arreglo representativo actual no es capaz de articular horizontalmente la demanda social.
No olvidemos que la ciencia y la tecnología regulan nuestras vidas, pero en los gobiernos no hay expertos que las entiendan.
¿Por qué las últimas elecciones en el mundo: Brexit, Colombia, Estados Unidos se han decidido casi por un cerrado 50-50?
Por algo muy delicado: ¡No se están generando consensos!
Todo lo contrario, se radicalizan las sociedades y ¡se borra el centro!
La democracia no puede dar la decisión de todo a la mitad más uno. No debe el péndulo saltar de un extremo al otro. Eso es sólo el último recurso para evitar el conflicto.
La democracia verdadera es un foro para construir consensos, caminos para las mayorías.
Hoy parece que “no hay camino”, como escribió Machado y cantaba Serrat. Y a nosotros nos corresponde “hacer camino al andar”.
¿Quiénes somos nosotros?: la sociedad organizada.
Una parte de la sociedad ya lo entendió claro y bien: el crimen organizado, que nos exige hacer lo propio o entregar la plaza.
Por ello la filantropía adquiere un nuevo sentido. No se trata ya sólo de apoyar al desfavorecido de un sistema, sino de construir la red que proponga un nuevo amanecer, un arreglo social para el siglo XXI.
Un amanecer incluyente que reconozca que ¡en el pasado ya no cabemos!
El futuro tiene dos posibilidades: resolver el conflicto con violencia, o con generosidad e inteligencia.
¿Cuál es la escuela de la generosidad social? ¿Cuál el laboratorio social de soluciones? ¿En dónde está el ejército de solidaridad social?
Es la sociedad civil organizada.
Actuar con inteligencia es aprovechar las historias de éxito de las organizaciones civiles; aprovechar los avances científicos y tecnológicos en favor de las mayorías; en que los más aptos acompañen a los rezagados, para llegar todos juntos.
Pocas respuestas concretas tienen las interrogantes de la nueva era naciente: una de ellas somos la sociedad organizada, hoy por hoy la única piedra angular del cambio a la vista.
Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
@EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx