Cuando Poncio Pilato mostró al pueblo galileo, en una de las primeras consultas públicas registradas en la humanidad, la imagen de Jesucristo recién azotado y ensangrentado, jamás imaginó que la gente escogería liberar a Barrabás.
Él confiaba que Cristo, que no hacía daño a nadie, iba a ser liberado frente a un asesino y ladrón, ampliamente conocido, como Barrabás. Pero, el pueblo gritó que liberaran al ladrón y crucificaran al inocente.
Parece que cuando la gente está enojada, frustrada, como lo estaba en aquella época, frente al Imperio Romano, recurre a contradecir al poderoso, sin reparar en las consecuencias para las mayorías.
Así, cuando el poder expone sus deseos, parte del gusto popular de recurrir a votar, es contradecirlo.
Parece que en la democracia moderna, en vez de estarse logrando el anhelado gobierno de las mayorías, se está hoy enfrentando a la mitad de la población contra la otra mitad. Lo mismo ocurrió en el Reino Unido que en Colombia y que en Estados Unidos.
Se requiere un alto en el camino para reconocer que la alternativa son gobiernos que nutran sus políticas del sentir general, que generen consensos permanentemente, que expliquen las razones detrás de sus decisiones, que consulten. Que hagan de la toma de decisiones un ejercicio social.
Lo cotidiano, es que los gobiernos decidan con base en su visión, su información y, lo peor, sus intereses, con una arrogancia que considera que por haber sido electos, lo pueden todo.
Y además, quieren decidir verticalmente, pero disfrazados de democráticos con consultas vacías.
Hay que entender que a la política le sucedió lo que a la educación.
Los buenos maestros saben que ya no se vale dictar. Que ya no funciona pararse frente a un grupo de estudiantes y exigirles silencio total para ser escuchados, sino que tienen que hacer participar a los alumnos en la construcción del conocimiento, que deben “romper” la estructura del salón-auditorio y transformarlo en una especie de sala-lounge con varios grupos que colaboran para aprender, en un ambiente abierto y relajado, donde hablar se vale, copiar se vale, preguntarle al compañero se vale, porque eso es trabajar en equipo.
Cuando los gobiernos se den cuenta que trabajar en equipo con la sociedad es ya la única manera de avanzar, dejarán a un lado el discurso de que sólo al Estado corresponde lo público.
Hoy la sociedad está perdiendo el centro y a muchos sólo les quedan los extremos: conservador o demócrata; liberal o estatista, capitalista o socialista. Se evidencian liderazgos sin conocimiento de la historia, lo que deriva en poco aprendizaje de la experiencia pasada.
El mundo de la economía y la política, como el de la física, están urgidos de la teoría del todo, que unifique las dos grandes explicaciones micro y macro, en una sola realidad.
Esa es nuestra tarea de la humanidad para la primera mitad del siglo XXI.
Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
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