Cuando el presidente Donald Trump se siente abrumado, recurre al discurso en un mitin al que asisten sus seguidores y en el que lanza ataques a México. Lo hizo nuevamente el jueves, cuando se refirió otra vez a la construcción del muro en la frontera. Mintió de nuevo, supongamos que por ignorancia, al afirmar que México es el segundo país más violento en el mundo, sólo después de Siria. Es cierto que desde el sexenio de Felipe Calderón la violencia se disparó, pero eso es totalmente falso, como ya lo aclaró la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sólo en América Latina, para no hablar de otras regiones, van delante de México: Honduras, Venezuela, Belice, Colombia y Brasil. Pero ese fue su punto de apoyo para afirmar que se va a construir el muro en la frontera.
Es grave, aunque parece que en Estados Unidos la mentira presidencial y las falsas verdades se han vuelto costumbre del propio presidente Trump. Alguien me recordaba que el presidente John F. Kennedy tenía un pescado de murano en su escritorio de la oficina Oval, sólo para recordarle en todo momento que “el pez por la boca muere”. Si Trump miente, ¿por qué su gabinete no?, ¿por qué todos los políticos no?, ¿por qué no su vocero? México ha sido y seguirá siendo el chivo expiatorio. La relación más importante para los dos países está dañada. Las negociaciones del TLC se acercan y el clima político se deteriora. Hace cinco meses que Trump es presidente y no ha habido una sola reunión con el Presidente de México.
México ha sido y seguirá siendo el chivo expiatorio del nuevo presidente de EU. Y a propósito, en una ocasión, durante la campaña, Trump afirmó que cuando veía que sus seguidores comenzaban a perder interés en su discurso, entonces recurría a las acusaciones contra México, y sus seguidores gritaban entusiasmados, “build the wall, kill them all”.
Agregó Trump el jueves que uno de los problemas que generan la violencia en México es el tráfico de drogas. Es cierto, el país es sacudido por la violencia del narcotráfico y el crimen organizado inició con lo que el entonces presidente Felipe Calderón llamó la guerra contra el narcotráfico. Curiosamente esa guerra no se libra en Estados Unidos sino en Colombia y desde 2006 en México. Se libra con armas de las que se proveen, principalmente, en Estados Unidos los cárteles de la droga en México, se libra para evitar supuestamente que la droga llegue al mercado estadounidense o para regular los precios entre oferta y demanda.
Pero el problema central es que hay un inmenso mercado para todo tipo de drogas en Estados Unidos, que es el país más desarrollado y la primera economía mundial, pero también es el país de mayor consumo de drogas en el planeta. Y, sin embargo, lo que ni Trump ni nadie reconoce es que una vez que la droga pasa la frontera, esa que pretende sellar Trump, con un muro donde no se ha construido aún, como por arte de magia los cárteles de la droga desaparecen. Nadie ha escuchado jamás el nombre de un cártel o de quienes lo encabezan en Estados Unidos. No los persigue la justicia, las ganancias son multimillonarias. El aparato de distribución de todo tipo de drogas es enorme para llegar a todo el país, para proveer la demanda de los consumidores. Sólo de vez en cuando hay algún golpe a pequeños distribuidores. Las drogas circulan, se venden, se consumen ¿sin cárteles de la droga? Y qué decir del lavado de dinero, cuántos miles de millones entran a la economía, circulan, ¿cómo lo hacen si no están involucrados los bancos en el lavado de dinero? Allá por los años ochenta había sanciones a los bancos cuando ingresaban ciertas cantidades de billetes pequeños, multas que pagaban con toda facilidad. Ahora, ni de eso se habla.
El chivo expiatorio le sirve a Trump cuando está abrumado por la investigación que realiza el Congreso y el fiscal especial sobre la supuesta injerencia de Rusia en la elección presidencial 2016. Se complica para él la investigación por presunta obstrucción de la justicia en torno al despido de James Comey, ex director del FBI, por no haber accedido a la demanda de Trump de frenar la investigación del vínculo con el gobierno de Putin de su asesor en seguridad nacional, Michael Flynn, que se vio obligado a renunciar. Primero insinuó en un tuit que había grabaciones de la conversaciones con Comey amenazando a éste de tener los registros. Pero cuando la Comisión del Senado requiere las cintas, que debían presentarse en estos días como fecha límite, entonces dice que no sabe que se hubieran grabado sus conversaciones con Comey. Lo afirma en un tuit, pero lo deberá responder de manera formal a la Comisión del Senado.
Periodista y analista internacional