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El miércoles pasado, el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz comentó en Guadalajara que la decisión más importante que una persona debe hacer es… “¡escoger bien a sus padres!” Así de sencillo. De hacerlo, las probabilidades de éxito en la vida son mucho más altas... lástima que eso no se pueda hacer. Su afirmación, no obstante, recoge una realidad en el mundo y, de manera muy particular, en México. El origen de las personas determina, en buena medida, su destino dada la impermeabilidad social que existe en México, Estados Unidos y muchos otros países.
Van algunos datos: en la encuesta ESRU de movilidad social (EMOVI 2011), puede observarse que casi la mitad de las personas que nacen dentro del 20% de la población más pobre, sigue ahí mismo una generación después (en Estados Unidos es el 42%). Sólo 2 de cada 10 logran pasar al segundo quintil. Lo mismo ocurre con quienes nacen dentro del 20% de la población más rica del país. Poco más del 50% se mantendrá en ese mismo estrato 25 ó 30 años después. Por ello decimos que “importa dónde se nace”… y lo dramático es que, el accidente de cuna (ahí donde a la cigüeña se le ocurrió dejar caer al bebé) marca en una elevada proporción las probabilidades de esas personas para salir adelante.
Ayer en Guadalajara, terminó el quinto Foro Mundial de la OCDE sobre Estadística, Conocimiento y Políticas, mismo que congregó a cientos de asistentes de varias partes del mundo. El foro, en realidad, versó sobre cómo medir de una manera más amplia el desempeño de las sociedades, más allá del económico a través del crecimiento del Producto Interno Bruto. En ese proceso y a lo largo de una veintena de paneles se analizó este tema, que habría surgido desde hace más de un decenio cuando el entonces presidente francés Sarkozy pidió a Joseph Stiglitz encabezar un grupo de alto nivel que estudiara de qué manera se podría ampliar el concepto de desempeño económico. Desde entonces han surgido estudios e información relevante que permite destacar otros elementos que deben incorporarse; a saber, la satisfacción de las personas con su vida, la calidad del medio ambiente, la desigualdad social, la pobreza y, de manera muy destacada, la movilidad social.
Sin duda revelador el que un tema repetido por muchos de los panelistas durante la conferencia fue precisamente el de la movilidad social. Entendida ésta como la probabilidad de que una persona avance en la escalera socioeconómica a lo largo de su vida, la movilidad social debe incorporarse explícitamente en una definición más amplia de bienestar socioeconómico. Preferimos tener una sociedad en la que el mérito y el esfuerzo sean más importantes que las conexiones personales y el origen de donde uno provenga. Ello genera un ambiente de esperanza, de justicia, de estímulo para trabajar más y mejor. Por si poco fuera, una sociedad más permeable es, casi en automático, una más eficiente y efectiva. Dado que el talento se distribuye en general de manera estadísticamente normal, se pierde todo el talento de quienes no pueden desarrollarlo por el simple hecho de estar atrapados en un contexto familiar y socioeconómico desfavorable que les impide crecer. De las personas que nacen pobres, sólo el 11% de ellas llega a la preparatoria o a cursar estudios universitarios, lo que les abriría enormemente sus posibilidades de desarrollo, y de ingresos.
Por todo lo anterior, resulta fundamental no sólo eliminar los obstáculos a la movilidad social, sino facilitarla y promoverla. Las políticas públicas tienen mucho que hacer para asegurar un punto de partida más parejo para todos. Los grupos y organizaciones sociales, así como empresas e incluso instituciones financieras deben asimismo participar. Juntos debemos crear una sociedad inclusiva a partir de generar pisos mínimos de bienestar y una sociedad móvil que permita renovar la esperanza de niños y jóvenes en su futuro. Porque si como dice Stiglitz la mejor decisión es “escoger a nuestros padres”, y esto no es posible, cada uno de nosotros debe ser capaz de construir su futuro, independientemente de dónde nos haya soltado la cigüeña.
Centro de Estudios Espinosa Yglesias, A.C.
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