Hace unos días el secretario de Hacienda presentó el paquete económico para el 2016. Las reacciones han sido, fuera de algunos reclamos sobre ciertos recortes presupuestales, relativamente moderadas. Llama la atención que no se hable demasiado sobre el tema, siendo uno central, y específicamente después de la caída del precio del petróleo y la depreciación del tipo de cambio.
Me parece que no se habla demasiado porque se trata de un paquete económico que enfrenta la crisis internacional y del petróleo de una manera esencialmente responsable, quizás por razones que escapan a las decisiones en el país. Es decir, la autoridad no tiene mucho margen de maniobra.
Cabe mencionar de entrada que hasta hace apenas unos años, la dependencia de las finanzas públicas llegaban al menos al 38% de los ingresos públicos. La caída del precio del petróleo ha reducido ese porcentaje a menos de la mitad, 18.4% del PIB, en tan sólo tres años. Cualquiera (y yo, desde luego) hubiera pensado que ello iba a reventar las finanzas públicas con consecuencias graves para la economía. ¿Cómo se ha sorteado ese factor recesivo? Esencialmente se ha logrado contrarrestar la caída del ingreso sustituyéndolo por otros impuestos. Los ingresos tributarios pasaron del 8.4% del PIB en 2012 a más del 13.6% en el primer semestre de este año, de acuerdo con las estimaciones más recientes. Se trata de un aumento sin precedentes en la recaudación, buena parte de la cual descansa en los impuestos especiales al consumo de los combustibles, esencialmente la gasolina. Otra parte se debe a los nuevos impuestos sobre la comida “chatarra” y las bebidas azucaradas, entre otros.
Por otra parte, no ha habido una reducción equiparable del gasto público, salvo una de pequeña magnitud para guardar esos recursos para el 2016. Ello ha impedido que caiga aún más el crecimiento de la economía, lo que ha generado déficits que a su vez se han traducido, irremediablemente, en mayor endeudamiento. La deuda pública como porcentaje del PIB habrá aumentado, según datos oficiales, de 38.5% en 2012, a cerca de 48% en 2016.
Dicho de otro modo, los tres años anteriores en que la economía ha transitado por un entorno complicado, con una drástica caída de los ingresos petroleros, las tasas de crecimiento han sido muy modestas, pero han sido positivas. Se dice fácil, pero no deja de ser interesante constatar que en otras épocas (como en 1986), con un tipo de cambio esencialmente fijo, la caída de los precios del petróleo en una proporción incluso menor a la actual, repercutieron en una contracción económica considerable, y con efectos inflacionarios también severos. En esta ocasión, el impacto de la reducción de los precios del petróleo ha disminuido drásticamente la dependencia de las finanzas públicas de los ingresos petroleros, al tiempo que otros ingresos fiscales los han sustituido en más de la mitad, y la inflación se ha mantenido en 3% anual.
El balance de lo anterior se puede resumir en tres puntos: primero, ha aumentado la carga fiscal y se han diversificado sus fuentes; la dependencia de los ingresos fiscales del petróleo se redujo significativamente, aunque nada promete que dicho cambio será permanente. Segundo, se ha manejado un déficit fiscal elevado para sostener los diversos programas y la demanda agregada, poco más de 2.5% del PIB en promedio anual durante los primeros cuatro años del gobierno de Peña Nieto. Con ello se evitó una recesión, pero el costo es una deuda mucho mayor en poco tiempo. No obstante, dado lo ocurrido en muchos otros países, se trata de un aumento relativamente modesto tras la crisis financiera mundial, pero no tenemos manera de sostener más endeudamiento por mucho tiempo. Tiene que revertirse. Tercero, al gobierno no le quedaba de otra: o manda un mensaje de cordura macroeconómica (disminuyendo el gasto aunque sea poco y elevando los ingresos), o las repercusiones de los mercados podrían ser mucho más graves castigando al tipo de cambio y las tasas de interés efectivas de nuestra deuda. Es decir, la parte macro ha sorteado bien la época recesiva, pero falta mucho por hacer a nivel micro, para que verdaderamente la población perciba mayor bienestar.
Centro de Estudios Espinosa Yglesias, A.C.
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