Los resultados de la evaluación de la Cruzada Nacional Contra el Hambre realizada por el Coneval y publicados esta semana indican que en sus dos primeros años se ha logrado disminuir la carencia de insuficiencia alimentaria del 100 al 42 por ciento de la población objetivo, lo cual podría considerarse como un éxito. También los resultados indican que la pobreza extrema en los municipios atendidos por la cruzada, 400 en una primera etapa que luego aumentaron a 600 en la segunda, ha disminuido al reducirse otras carencias, en especial el acceso a la salud por la ampliación de la cobertura del seguro popular y la mejora en la vivienda. El reporte de evaluación completo se encuentra en la página de Coneval y vale la pena leerlo en su totalidad, para aquilatar sus conclusiones y considerar sus dificultades metodológicas. El reporte muestra, una vez más, el rigor que le caracteriza al Coneval.
Me parece que, como país, es inaceptable que haya hambre y que haya más de 7 millones en pobreza extrema. Por ello considero que la focalización del esfuerzo en esa población en particular es adecuada. La focalización ha sido adecuada y, según el informe de Coneval, su impacto fue mayor en aquellos lugares donde la coordinación interinstitucional y el trabajo con los comités locales fue mejor, y menos efectivo ahí donde la coordinación de los programas fue insuficiente o inadecuado.
Hay voces muy críticas de la Cruzada como programa, y con cierta razón, pues la carencia alimentaria no se redujo del todo, y porque esa reducción no ocurrió más en esos municipios atendidos en la Cruzada que en otros semejantes donde no operó. Más bien, la pobreza extrema se redujo también por la reducción de las otras carencias consideradas en la definición de pobreza del Coneval. Específicamente, el mejor acceso a los servicios de salud, en donde la carencia de acuerdo al estudio de panel del Coneval que siguió a beneficiarios del programa disminuyó de 33% a 9%, y la carencia alimentaria pasó de 100% a 42%. El rezago educativo también se redujo de 33% a 27%. Más importantes fueron las reducciones de las carencias por la calidad de la vivienda y sus servicios, que disminuyeron respectivamente de 57% a 38% y de 57% a 43%. La carencia de acceso a seguridad social prácticamente no se movió (Cuadro 4 del reporte). Es decir, los resultados más alentadores se deben a la combinación de factores que disminuyeron la pobreza extrema, y no sólo la carencia alimentaria.
De modo que quizás el nombre del programa está equivocado. Quizás debería llamarse Cruzada Nacional contra la pobreza extrema, lo cual haría mucho más sentido. Evidentemente es esencial que toda la población no tenga carencia alimentaria, pero es también esencial que ningún miembro de nuestra sociedad padezca pobreza extrema. Y una enseñanza parece ser que la mejor coordinación entre diversos programas, y una focalización aún mayor, permitirían lograr ese objetivo en México. Sería un objetivo alcanzable en un tiempo relativamente corto y tendría un impacto de cohesión social enorme. Naturalmente, en forma paralela se debe lograr que dicha erradicación sea permanente. No se podrá cantar victoria si ello no se garantiza. Y para hacerlo, un instrumento esencial es, sin duda, el sistema de protección social que dé una oportunidad para mejorar significativamente la movilidad social en nuestro país.
Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
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