El próximo domingo los mexicanos viviremos una experiencia de tintes soviéticos. En la antigua URSS hacían la broma de que, cuando un cliente llegaba a una tienda, lo único que encontraba era sombreros de piel de oso... y eso solamente en el verano, cuando menos se necesitaban. Cuando los mexicanos miremos los diez emblemas de los partidos que compiten en estas elecciones, nos quedaremos con la misma mirada que los rusos ante el mostrador: sin saber en dónde invertir nuestros recursos, nuestro voto. Estamos frente a una oferta política muy abundante por el número de partidos y muy pobre por la calidad de las propuestas. Los partidos más chicos ofrecen eliminar a los políticos, mientras que los partidos más grandes muestran las fallas de los rivales y ninguno de los aciertos propios. Lo más probable es que los estrategas de los tres grandes llegaron a la conclusión de que, simplemente, no hay mucho que presumir.

No la tenemos fácil este domingo. Votar es el único mecanismo eficaz con que contamos los ciudadanos para enviar un mensaje a nuestros dirigentes sobre la calificación que nos merecen. Podemos hacer chistes sobre los políticos, enviar mensajes por redes sociales o manifestarnos en las calles. Pero la única vía para premiar o sancionar la actuación de los partidos es a través del voto. Y ahí nos encontramos como en la tienda de Moscú.

Ante el desempeño que han mostrado las distintas corrientes políticas, sus escándalos, divisiones y desaciertos, no tenemos más que dos opciones al momento de enfrentarnos a la soledad de la boleta: castigar al partido que merece más perder su registro, o bien, votar por el menos malo. Tengo la impresión de que la molestia social va a orientarse hacia el voto de castigo. No es de sorprenderse, pues hay poco margen para premiar.

Si es correcto que las fuentes principales de molestia nacional son la corrupción, la inseguridad y la simulación de muchos políticos, el voto de castigo irá dirigido primordialmente al PRI y al Verde; el primero por fama acumulada y por contar con los casos más sonados y el segundo por hacer gala de que puede burlarse del sistema y aun así, mantener una franquicia de amigos. La única forma de castigarlos es votando por cualquier otro partido. Quien se incline a mirar a mediano y largo plazo la tiene igualmente difícil, pues el PAN y el PRD muestran cuarteaduras de tal profundidad que nadie sabe bien a bien por qué proyecto está votando a futuro.

La novedad, el aire fresco, puede surgir en Nuevo León. Si triunfa por primera vez un candidato independiente a gobernador y hace un buen trabajo en los siguientes tres años, veremos una pequeña luz al final del túnel. Podremos pensar en una alternativa política de vanguardia, más barata y eficiente que la partidocracia tradicional y anquilosada que nos ha gobernado. A fin de cuentas, surgido o no de un partido político, quienes gobiernan son individuos con nombre y apellido. Mejor que lo hagan sin la carga de estructuras desvencijadas y con base en su trayectoria, sus propuestas y su capacidad de liderazgo. El mensaje que puede enviar Nuevo León es de una gran trascendencia. El voto de los regios marcará la distinción entre la política de partidos y la política de los ciudadanos.

Internacionalista

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