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Las elecciones del Edomex confirman que en México el peor no solo puede sino suele ganar. Durante algunos breves años, los capitalinos nos olvidamos de esto ante la llegada de gobiernos que, si bien no fueron extraordinarios, cumplieron una misión fundamental; construir un proyecto viable de Ciudad. La ilusión no duró mucho: en 2012 los capitalinos eligieron al jefe de Gobierno con la más alta votación en su historia; lo hicieron como una especie de referéndum a su anterior jefe de Gobierno, pero también porque el candidato parecía idóneo. Tres años bastaron para que un solo individuo probara a 3 millones de electores equivocados.
Causalidad o casualidad; los políticos incapaces suelen acabar rodeados por gente parecida. Tres años después de Mancera, Ricardo Monreal fue elegido delegado de la Cuauhtémoc. Juntos, Mancera y Monreal (M&M) se han encargado de volver la Ciudad un poco peor cada día; más corrupción, más violencia y muy poca visión. M&M se ha vuelto el símbolo de una Ciudad en retroceso.
En su columna El chat del miedo el periodista Héctor de Mauleón describe el pavor con el que viven los restauranteros de la Ciudad. El tema no es exagerado; he podido platicar con muchos de los chefs más reconocidos y en todas mis conversaciones ha habido un tema en común: el miedo. ¿Miedo a qué? Miedo al crimen organizado, pero sobre todo —y éste ha sido el factor común de todas mis conversaciones— miedo a las autoridades.
Los restauranteros capitalinos saben que las autoridades son corruptas y les exigen constantemente mordidas a cambio de ignorar reglamentos que fueron creados con el propósito de ser incumplibles y facilitar la corrupción; pero aunado a esto, en el último año, la extorsión de las autoridades se ha vuelto insoportable. “Como todo estaba bien, me exigieron darles dos botellas de champagne” me comentó un propietario; otro me confesó estar al borde de la desesperación: “nunca había visto tanta corrupción y nunca me habían generado tanto miedo las autoridades”. Cuando le pregunté si aceptaría una entrevista, me confesó: “hasta hace poco tiempo si hubiera salido a hablar, pero en los últimos meses todo cambió, ahora me da miedo”. Los chefs no son los únicos que viven esta situación, la Ciudad entera ha caído presa de un alza en la violencia, y la delegación Cuauhtémoc encabeza esta tendencia. Ante ello, preocupa la parsimonia, incapacidad o contubernio de las autoridades.
Uno de los grandes problemas de Mancera es su incapacidad de pensar o ver más allá de los estrechos confines de su profesión. Para Mancera el mundo se construye y se destruye únicamente a base de leyes. A pesar de que muchos especialistas han señalado la responsabilidad de las autoridades y sus políticas en el alza a la violencia, Mancera insiste en creer que la culpa la tiene el nuevo Sistema de Justicia Penal Acusatorio. En medio de una grave crisis de inseguridad, el jefe de Gobierno de la capital se cruza de brazos y habla de sistemas penales.
Por su parte, el delegado de la Cuauhtémoc ha pasado las últimas semanas “operando” en el Estado de México para demostrarle a AMLO su valía. Está claro que cree que el reconocimiento del líder de su partido es más importante que el de los ciudadanos que gobierna. Al mismo tiempo, su gestión ha generado un incremento en la percepción de la corrupción y en los niveles de violencia. Mi amigo JM lo describió así: “Miedo a abrir un negocio en la colonia Roma. Miedo a caminar sus calles. Miedo a que el delegado, en vez de gobernar, esté volcado en su papel de operador electoral en Zacatecas, en Edomex y, por supuesto, en esta Ciudad, que cínicamente pretende encabezar. Que miedo”. A eso se añade un nuevo miedo que debería preocuparnos; el miedo que generan las autoridades a criticarlas o denunciarlas.
Según Ricardo Monreal el tema de la seguridad no es de su competencia; hace unos meses declaró que le parecía “una situación absurda e injusta que quieran cargarle el problema a un jefe delegacional”. Tan solo unos meses antes, aún en campaña, el candidato había publicado unos compromisos de gobierno y el primero se titulaba: “más seguridad”; o Monreal mintió en su campaña o no sabía las implicaciones del puesto al que buscaba acceder; en cualquiera de los casos se confirma que a la Ciudad de México ha vuelto una clase política inoperante y con ella, el miedo.
Analista político. @emiliolezama