Recuerdo con horror un viaje entre San Cristóbal y Palenque; el mapa prometía un atajo pero pronto aprendí que la distancia más grande entre dos puntos contiguos es una carretera mexicana. Alguna vez los mayas presumieron una de las arquitecturas más avanzadas del mundo, desde la cima de sus pirámides se observaba el imperio entero; en la nueva arquitectura mexicana la única cúspide es la breve y vertiginosa cima del tope. El tope; ese adefesio arquitectónico que funciona como un equivalente vial de la selección mexicana: aquello que nos eleva unos cuantos segundos tan sólo para bajarnos abrupta y dolorosamente.

¿Para qué sirve realmente el tope? ¿Se trata acaso de una extensión vial del aparato burocrático que nos retrasa innecesariamente de nuestro destino? O quizá más bien se trate de un guiño a nuestro pasado rural, una obstinada nostalgia por la accidentada orografía mexicana. Cuenta la leyenda que alguna vez los españoles arrugaron un papel para describir el relieve mexicano: ante el desconcierto de una planicie preferimos recrear un hábitat en el que nos sentimos más a gusto: la sinuosidad de la sierra.

Lo que es cierto es que el tope funciona como un elemento civilizatorio. En las carreteras, estas formas obtusas de la arquitectura significan la posibilidad de un pueblo. En ese sentido, estamos ante el eslabón del desarrollo. La economía del tope dicta que entorno a él poco a poco irá formándose una zona económica. Todo comienza con el vendedor de tunas o sandías pero en cuestión de meses culmina con un poblado anárquico que exige reconocimiento de las autoridades. “Bienvenidos a San Miguel del Tope.” Si los antiguos hubieran sabido este secreto, la civilización se hubiera ahorrado millones de años en llegar al sedentarismo; cuestión de construir un tope.

Es tal la proliferación del tope que ya existen corrientes arquitectónicas en torno a él. Me permito señalar las principales escuelas y sus obras más características: La escuela de la UNAM: creadores del tope-montaña: plano, extenso y alargado; la escuela del secretismo: inventores del tope pequeño y descolorido que busca crear en el espectador el estado de sorpresa y frenesí; el tope surrealista que en apariencia parece breve y fácil pero resulta engañoso y mortal; la escuela hedonista: creadora del tope-vibrador; la escuela churrigueresca: creadores del tope redundante que consiste en la colocación de dos o más topes de forma seguida; y la escuela clásica: mucho tiempo en peligro de extinción pero retomada por la cultura neohipster del corredor Roma-Condesa. En fin, la cultura del tope está tan desarrollada en México que incluso ya existe un movimiento contracultural que lucha artísticamente contra su estética; el vado.

Esta extensa relación con los obstáculos viales revela mucho de nuestra esquizofrenia social: todos odiamos los topes, pero queremos uno en nuestra calle. El tope es la expresión más honesta de la ingeniería urbana mexicana; en una ciudad donde la vialidad ha sido construida para ser disfuncional, el tope se mantiene genuino y transparente en sus objetivos: no pretende ayudarnos, sino obstaculizar.

Algunos claman su utilidad para salvar vidas, pero cada vez que se construye un tope, la autoridad y la sociedad aceptan su fracaso. Para la autoridad el tope simboliza la rendición ante la impunidad: “como no podemos hacer respetar la ley, construimos pequeñas montañas que reemplacen el trabajo que deberíamos hacer”. Para la sociedad el tope funciona como un símbolo de su valemadrismo e inmadurez: “Como no respetamos al peatón, necesitamos que nos obliguen a hacerlo”.

Durante muchos años creímos que el gran cambio en México sucedería cuando el PRI saliera de la Presidencia; nos equivocamos. La transformación del país sera vaticinada por la remoción del tope de las calles. Cuando sea viable quitar los topes sin aumentar el riesgo de los peatones una nueva sociedad habrá nacido. Los mayas construyeron sus pirámides en armonía con el cosmos, cada elemento de su arquitectura tenía una significación política y social. La caída de la escuela arquitectónica del tope será el augurio del comienzo de una nueva época en México.

Analista político.

Director de ‘Los hijos de la Malinche’.

@emiliolezama
www.loshijosdel amalinche.com

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