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Al mismo tiempo que Hernán Cortés conquistaba México, los “pensadores” europeos buscaban formas de justificar sus acciones. En ese sentido, la idea más prolífica fue la de la superioridad de Europa sobre el resto de las civilizaciones del mundo. Según este argumento los conquistadores no llegaban a América a someter sino a civilizar.
Fue en ese sentido que en su Historia General de las Indias, el cronista Francisco López de Gómara justificó la presencia española en México en los siguientes términos: “(los españoles) les han mostrado muchas buenas costumbres, artes y policía para mejor pasar la vida; lo cual vale(...)más que la pluma, ni las perlas ni la plata ni el oro que les han tomado." Desde entonces la idea de que los conquistadores vinieron a salvar y civilizar a las culturas de México ha quedada arraigada en el subconsciente mexicano.
Nada mejor que un reciente comercial de Coca-Cola México para ilustrar este fenómeno. En él, un grupo jóvenes de clase alta llega a una comunidad indígena mixe para aportarles el secreto de la civilización: la lata de coca cola. Hace 500 años los españoles hicieron lo mismo, llegaron a una nueva tierra con sentido de superioridad e impusieron su cultura y su religión a la fuerza. Pero para ellos, su labor era filantrópica: estaban salvando a los locales de su miseria cultural.
El comercial de Coca-Cola plantea un escenario similar. Un texto al principio de él señala que el 81.6% de los indígenas se sienten rechazados por hablar otro idioma. Ante ello, la solución de la refresquera es muy similar a la de los conquistadores: ante su problema de segregación, nada mejor que un vicio mortífero. Ante su problema de aislamiento; un símbolo cristiano. Si los españoles trajeron enfermedades como la viruela que destrozaron a la población nativa, Coca-Cola les lleva un nuevo veneno: la diabetes.
El hecho de que la historia de la conquista se repita en un comercial de Coca-Cola en pleno 2015, nos revela mucho sobre la sociedad mexicana contemporánea. En la concepción del mexicano “moderno” los indígenas no existen sino como elemento de folklore. En ese sentido, muy poco ha cambiado. El mundo de las élites y de los indígenas existe de manera tan separada que la escasa interacción entre ellos sigue ocurriendo en los mismos términos que la de hace 500 años.
Sin embargo, a pesar de que las distancias sociales siguen siendo enormes, existe una diferencia importante entre los conquistadores de entonces y los jóvenes de Coca-Cola de ahora. Si bien los conquistadores efectivamente llegaron de otro mundo, los jóvenes del comercial viven en el mismo país que los indígenas a los que llegan a “integrar”. Hay algo muy preocupante en ello: a 500 años de la conquista, el mundo indígena resulta tan ajeno a las élites mexicanas, como América lo era para los europeos.
Sin quererlo, el comercial se ha vuelto sumamente ilustrativo de la situación indígena en México. No sólo por su contenido sino por el hecho mismo de su existencia. Que un anuncio publicitario así haya sido planeado, filmado, producido, aprobado y publicado sin que nadie del equipo de Coca-Cola México notara nada extraño en él, demuestra la inconsciencia absoluta en la que vive un gran sector de la población mexicana.
Esta inconsciencia no es exclusiva de Coca-Cola. Incluso en la indignación colectiva ante el anuncio hay un cierto cinismo. El comercial en cuestión es sumamente ofensivo, pero al mismo tiempo, es una calca fiel del fuerte auto-racismo que aceptamos y perpetuamos casi todos los mexicanos. Si la indignación por este comercial fuera congruente, entonces tendríamos que estarnos replanteando nuestra relación con el mundo indígena en un nutrido debate nacional.
Pero lo mejor de todo no es lo que el comercial nos revela sobre los prejuicios y el racismo, sino lo que inconscientemente nos dice de nuestra civilización occidentalizada. El anuncio de Coca-Cola es burdo y clasista, pero por ello mismo inconscientemente revela una gran paradoja del mundo al que tanto aspiramos. En un pueblo rodeado de montañas y naturaleza, el hombre blanco llega con su gran tótem de la modernidad: una botella de plástico contaminante rellena de un líquido mortífero. ¿Quién es más civilizado? ¿Como quién deberíamos aspirar a ser?
Director
Los hijos de la Malinche
www.loshijosdelamalinche.com