El énfasis en la contextualización de las evaluaciones de los docentes que han hecho en días recientes el presidente Enrique Peña Nieto y el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, se puede interpretar como una respuesta al reclamo de los profesores que consideran a las evaluaciones estandarizadas como medidas injustas de su desempeño. Su argumento es que es inequitativo evaluar de la misma manera y con los mismos criterios a profesores que trabajan en contextos muy desiguales (p. ej. la sierra de Chiapas y la ciudad de Monterrey).

Pero, ¿qué se entiende por estandarizar y contextualizar una evaluación? Por principio, estandarizar significa igualar las condiciones en que se aplica un examen, con el objetivo de no dar ventajas a una persona sobre otra, lo que asegura la equidad de los resultados. Por otro lado, contextualizar la evaluación significa tomar en cuenta las condiciones (personales o situacionales) de un grupo de individuos, para no tratar por igual a los desiguales.

Para lograr que las evaluaciones sean justas, las leyes de la Reforma Educativa previeron que la contextualización de las evaluaciones debe contribuir, entre otras cosas, a establecer recomendaciones técnicas sobre los instrumentos de evaluación, su aplicación y el uso de sus resultados. Sin embargo, la forma en cómo entender la contextualización de las evaluaciones no es clara en estas leyes y deja muchos espacios para su interpretación e implementación.

Es importante considerar que el diseño de una evaluación y su grado de contextualización dependerán de su magnitud y de su propósito. Así, las evaluaciones de gran escala para la certificación profesional no consideran el contexto de las personas, pues su propósito es saber si poseen o no las competencias requeridas para ejercer la profesión (p. ej. médico o piloto de avión); lo que se traduce en una evaluación estandarizada, igual para todos los sujetos. Por otro lado, las evaluaciones de pequeña escala que realizan los docentes durante el año escolar toman en cuenta el contexto del estudiante (p. ej. contenidos impartidos) pues su propósito es pedagógico y formativo; por lo que distintos profesores de la misma asignatura y grado escolar evaluarán de manera diferente a sus estudiantes.

En síntesis, las evaluaciones de gran escala y con propósitos de certificación se deben estandarizar, mientras que las evaluaciones de pequeña escala y con propósitos formativos se deben contextualizar. Cuando el propósito de las evaluaciones es único y está bien definido, es relativamente fácil saber si se deben (o pueden) contextualizar y, en su caso, de qué manera.

Ahora bien, la Ley General del Servicio Profesional Docente le atribuye dos propósitos distintos a la evaluación del desempeño docente: 1) una función diagnóstica, pues de sus resultados dependerá el apoyo formativo que recibirá el profesor en los siguientes años y 2) una función certificadora, ya que de sus resultados dependerá la permanencia del maestro en la función docente. Asimismo, se trata de una evaluación de gran escala, que atiende a 1.4 millones de docentes. Entonces, ¿cómo contextualizar dicha evaluación?

Ante este reto, la SEP optó por diseñar una evaluación estandarizada en su aplicación y contextualizada en su contenido. Dicha evaluación consiste en cuatro etapas: 1) Cumplimiento de responsabilidades profesionales (asistencia, puntualidad, etc.). 2) Evidencias de enseñanza (trabajos de los alumnos del profesor y reflexión sobre éstos). 3) Examen de conocimientos y competencias didácticas (solución pedagógica de casos). 4) Planeación didáctica (plan de clase para los alumnos del docente). Mientras que las etapas 1 y 3 son componentes estandarizados para todos los docentes, las etapas 2 y 4 son componentes contextualizados para cada profesor, pues atienden las particularidades de su contexto escolar.

Para finalizar, una forma muy sencilla (aunque no la única) de entender el principio de la estandarización y la contextualización de las evaluaciones es a través de una analogía médica. Los análisis clínicos de sangre (p. ej. colesterol, triglicéridos o azúcar) implican una medición estandarizada (la misma prueba para todos), que requiere de una interpretación contextualizada (p. ej. género, edad, historial médico). En medicina como en educación no es deseable tener metros grandes y chiquitos o básculas que pesen diferencialmente a las personas. Lo que se requiere es contar con un buen sistema de medición y uno de interpretación de resultados.

Consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses