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Los migrantes, además de aportar por concepto de remesas en los últimos años al mercado cambiario más de 27 mil millones de dólares anualmente, al repatriar sus ahorros, adicionalmente remitirán otra indeterminada cantidad millonaria de divisas, que al igual que las remesas contribuirán a evitar que el tipo de cambio y la inflación agudicen su volatilidad. Paradójicamente los migrantes, a cambio de sus dólares, solo recibirán moneda nacional devaluada, y todo para que estas divisas se ofrezcan sin ninguna restricción a la población que cuente con recursos para adquirirlas y gastarlas o ahorrarlas en el extranjero.
A pesar de que las remesas de migrantes en los últimos 15 años se consolidaron como la fuente de divisas netas más importante de la economía mexicana, existe muy poca difusión de su importancia y su uso en la macroeconomía. Solo se les reconoce y difunde mediáticamente el valor que tiene en su papel de moneda nacional; en el consumo del mercado interno. Sin embargo, por sus magnitudes no se puede ocultar que cada año superan la entrada de divisas de las balanzas sectoriales del turismo, o de la producción agropecuaria; e incluso en algunos años se encuentran arriba de la entrada de divisas de las Inversiones extranjeras directas (IED). Estas últimas, a pesar de que en el mediano plazo egresaran más divisas de las que invierten, reciben exenciones fiscales, donaciones de terrenos con infraestructura, etc.
Lamentablemente ante el incremento de recursos repatriados por la persecución y deportación que ordenó Donald Trump, en nuestro país no existen proyectos gubernamentales, que les ofrezcan apoyos parecidos a las que se brindan a las IED, para que inviertan con menos riesgo sus ahorros. Solo existen programas que pretenden orientar los ahorros a su bancarización e inversión en Pymes, sin tomar en cuenta que estos proyectos no han alcanzado el éxito. Milford Bateman, en su trabajo La Era de las Microfinanzas: Destruyendo las economías desde abajo, comenta que un estudio del Banco Interamericano de desarrollo (BID) de 2010, Age of Productivity plantea…que la proliferación (inducida por las microfinanzas) de las microempresas y las empresas de autoempleo que ha ocurrido en América Latina desde los años 90 es una de las causas fundamentales del malestar económico y social del continente. La proliferación de microempresas informales y de muy baja productividad en dicha región constituye una de las peores fundaciones empresariales para el crecimiento sustentable. A tal grado es la destrucción ocurrida a lo largo del continente, que el BID tuvo que formular una conclusión radical: “La presencia abrumadora de las empresas pequeñas y los trabajadores autoempleados (en AL) es una señal de fracaso, no de éxito”.
De fomentar en México esa dinámica con los recursos de los repatriados, estos trabajadores corren el riesgo de ver evaporarse sus ahorros en muy poco tiempo, pues se enfrentan a una mayor posibilidad de fracaso que caracteriza a los negocios que se establecen en nuestro país. De acuerdo con Inegi, durante el primer año de vida cierran 35% y 65% desaparece en los primeros 5 años. Confirman este oscuro panorama datos del Colegio de Contadores, que señalan que la posibilidad de éxito de las Pymes se encuentran, en promedio, “entre 25 y 30%, muy por debajo de la media mundial, que es alrededor de 40%”.
Es urgente buscar alternativas que garanticen la llegada extraordinaria de las divisas y de los ahorros de los migrantes repatriados y revertir el daño que han causado las políticas que, desde la firma del TLCAN, fomentaron la migración de millones de trabajadores.
Integrante del Centro de Análisis de Coyuntura
Económica, Social y Política. caceps@gmail.com