Han fumado mariguana el presidente de Estados Unidos, Barack Obama; el cineasta Oliver Stone; el mayor ganador en Juegos Olímpicos, Michael Phelps, entre muchos otros personajes exitosos. ¿Qué político mexicano con aspiraciones se atrevería a admitir lo mismo? El tema sigue siendo un tabú en México. Una encuesta de abril de 2014 del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública de la Cámara de Diputados reveló que 51% no confiaría en un consumidor de esa hierba y 43% cree que consumirla es “moralmente malo”.

Pese a lo anterior, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) discutirá un proyecto de resolución del ministro Arturo Zaldívar, en el que se autoriza el consumo personal de mariguana con fines lúdicos bajo el argumento de que la prohibición del narcótico es contraria al desarrollo de la libre personalidad. De ser aprobada la propuesta, la Secretaría de Salud podría expedir permisos de consumo personal a quien lo solicitara.

De darse este escenario, se autorizaría a los solicitantes del amparo las actividades relativas al autoconsumo, como sembrar, cultivar, cosechar, preparar, poseer y transportar mariguana con fines de consumo lúdico y personal, aunque no la comercialización. Un enorme cambio.

Habrá que ver los argumentos de los ministros. Lo indudable es que el asunto no puede seguir siendo evadido por los Poderes del Estado cuando el vecino del norte, Estados Unidos, está permitiendo cada vez en más estados el consumo medicinal, terapéutico y hasta recreativo de dicha hierba.

Los opositores a que se discuta la legalización en México basan sus argumentos en varios supuestos; entre ellos: 1. Que hay temas más importantes como para preocuparse por éste. 2. Que siquiera hablar del asunto implicaría minar en los jóvenes el estándar moral que hoy los mantiene alejados de las drogas. Y 3. Que avalar el consumo no afectará al crimen organizado porque su fuente de ingresos está más diversificada.

No obstante, ninguno de estos argumentos, válidos todos ellos, puede desmontar la prueba de que existen naciones, como Portugal, donde la legalización del consumo ha logrado resultados exitosos. Ese solo hecho amerita la posibilidad de un debate. Negarlo implicaría un temor irracional, un prejuicio.

En su momento la discusión de la interrupción legal del embarazo fue también un tabú. Se creía que proponerlo implicaría una generalizada condena social. Pese a ello, y con las encuestas en contra, el procedimiento se legalizó en la ciudad de México. A partir de entonces la percepción cambió.

Tal vez ese es el temor en el caso de la mariguana. La información, sin embargo, nunca ha hecho daño a nadie.

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