Aunque falta poco más de dos años para 2018, varios políticos comienzan a intercambiar ataques rumbo a la elección presidencial. El proceso está lejos de comenzar, es cierto, pero es bueno que desde ahora se conozcan los perfiles y los comportamientos de los actores que marcarán la agenda en los años por venir.

Se trata de escaramuzas anticipadas, comunes en cualquier país democrático, que permiten ver desde ahora las filias y fobias de quienes serán actores centrales en el futuro proceso. El cruce de señalamientos es oportunidad, además, para poner sobre la mesa temas como la posibilidad de una nueva reforma a la ley electoral que hasta ahora, según los partidos, podría incluir la discusión sobre la segunda vuelta en comicios presidenciales o la acotación a la aparición de personajes partidistas en los spots que por ley son difundidos en los medios de comunicación.

Cualquier modificación a la ley electoral, como se ha propuesto, no debería tener como fin silenciar a alguien en especial. Por el contrario, tendría que darse mayor difusión de la distintas voces partidistas para que se conozcan sus opiniones sobre diversos temas. Es necesario encontrar el mecanismo para que los partidos planteen en los medios de comunicación sus opiniones y proyectos para el país, y debatan sobre ellos.

Sin embargo, las confrontaciones que se han dado tendrían que empezar a incluir también los temas que la ciudadanía debate: legalización de la marihuana, combate al terrorismo, corrupción, crimen organizado. Se esperaría que los tomadores de decisiones retaran a sus adversarios a contrastar ideas en esos ámbitos y no sólo en el terreno de las acusaciones de corte personal.

¿Qué opina López Obrador sobre la resistencia de varios estados a la no penalización del aborto? ¿Qué opina Ricardo Anaya sobre el libre consumo de marihuana? ¿Qué piensa César Camacho acerca de la revocación de mandato?

Aportaría más ser testigos de confrontaciones en esos terrenos y sus soluciones.

Si bien los desencuentros entre partidos son naturales, debido a que cada uno cuenta con una forma diferente para encarar las mismas situaciones, al final el destino de todos debe ser el mismo: el bienestar general de la población y por ende el desarrollo del país.

Lo importante es que las diferencias no se conviertan únicamente en acusaciones sin sustento. Por el bien de la política misma, es hora de dar sustancia al debate.

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