Cuatro jóvenes mexicanos ganaron la más reciente olimpiada iberoamericana de Biología, realizada en julio en Brasil. Entrevistados por este diario, ellos coinciden en que lo más difícil de su éxito no fue la competencia contra otros, sino los obstáculos para encontrar su vocación científica en un país que no cultiva entre sus estudiantes el placer por la ciencia. Basta ver cuáles son los estudios profesionales más solicitados en el país para darse cuenta de la desproporción entre las ciencias y el resto de las carreras.

Hay muchos más jóvenes mexicanos cursando licenciaturas como Diseño gráfico, Derecho, Psicología o Administración de empresas, que quienes eligen explorar el espacio a través de la Física, desentrañar los misterios de la vida con la Biología o cambiar el estado de la materia vía la Química.

Nada reprochable hay en el estudio superior de temas sociales, artísticos o técnicos. Sin embargo, cuando la mano de obra de un país se concentra demasiado en un sector, se pierde competitividad en áreas donde se genera la producción de riqueza. Muchos sociólogos, economistas y músicos pueden proveer de servicios valiosos para la sociedad, pero no lograrán generar productos para la alimentación o nuevas tecnologías como las que han cambiado el mundo de la comunicación.

No es así en todo el globo. En países como Taiwán, Singapur, Corea del Sur y otros —los que han conseguido incrementar más velozmente su nivel de vida— hasta el 80% de todos los estudiantes se dedican a alguno de los ámbitos de la ciencia y la tecnología. Espacios que a su vez permiten innovación y desarrollo de productos de alto valor en el mercado mundial. Sigue teniendo más valor entre las personas una computadora que una artesanía; en consecuencia, los trabajadores de productos de alto valor suelen ganar más dinero respecto de quienes no poseen el conocimiento.

No estamos condenados en México a vivir de petróleo y la exportación de productos que no requieren de conocimiento especializado. Hace falta cambiar la forma de enseñar la ciencia a las nuevas generaciones de estudiantes.

Erick Isaac Navarro Delgado, estudiante de la UNAM ganador de la medalla de oro, dice a este diario que hace un año ni siquiera planeaba estudiar Biología. Es lógico, pues en la educación básica y media los alumnos aprenden que materias como matemáticas son “aburridas” o “desconectadas” de su realidad inmediata. Ideas de este tipo sólo reflejan la escasa capacidad pedagógica de nuestro sistema educativo.

El debate sobre la educación en México se ha concentrado en cantidad de recursos y capacitación de maestros. Es momento de concentrarse también en la construcción de vocaciones.

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