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El hombre más rico del mundo (lista Forbes 2015) y su esposa, Bill y Melinda Gates, han ofrecido donar 95% de su fortuna para dedicarlo a la filantropía. Juntos han creado una fundación con un presupuesto superior a los 43 mil millones de dólares (680 mil millones de pesos), más de lo que deben todos los estados de la República mexicana. Con ese poder, tienen la capacidad de orientar políticas públicas que, de otra manera, no tendrían viabilidad.
Esta semana Melinda Gates estuvo en México para promover la última meta de su Fundación: reducir a la mitad la muerte de recién nacidos y mujeres por enfermedades prevenibles o complicaciones en el parto y embarazo. La cifra actual es alarmante: cada día fallecen 7 mil 400 bebés y 800 mujeres por estas causas.
Hay una buena razón para dar un banderazo de salida en México. El país incumplió, junto con otras naciones, el compromiso establecido en la ONU en 2005 de reducir en 75% la mortalidad materna. Para 2015 la cifra debió llegar a 22 fallecimientos por cada 100 mil nacimientos vivos. Apenas se alcanzó el número de 38 defunciones.
Es una obligación gubernamental corregir el problema, es cierto, pero las administraciones públicas no son barriles de dinero sin fondo que puedan resolver todos los problemas de sus sociedades. Tienen recursos limitados hasta en el país más próspero. Por eso necesitan del apoyo privado para sacar adelante a la población más rezagada.
La campaña ha tenido un prometedor comienzo. Presentes en el evento estuvieron la secretaria de Salud, Mercedes Juan, especialistas en el tema y organizaciones civiles. Si suman esfuerzos habrán de hacer una diferencia. La pregunta es ¿quién más habrá de adherirse? Porque si bien la filantropía existe también en México, ninguna fortuna —de las muchas que hay en el país— ha sido comprometida al cambio social, como lo han hecho el matrimonio Gates, el multimillonario Warren Buffet, Ted Turner, Michael Bloomberg, entre otros.
En entrevista para Katia D’Artigues, columnista de este diario, Melinda Gates dice que es una decisión personal de los millonarios si donan la mitad o más de su fortuna a la filantropía, como han hecho ellos. Reconoce, sin embargo, que ningún mexicano está hoy en la lista.
México es el segundo país más desigual entre los 34 que integran la OCDE. La distancia entre ricos y pobres es mayor que en las naciones desarrolladas. Pasarán años, quizá décadas, antes de que la estructura económica que permite esa realidad cambie. Antes, no estaría mal que los más favorecidos ayuden por su propia cuenta a equilibrar la balanza.