Es ya un lugar común decir que la educación es clave para el desarrollo del país. El problema de quedarse sólo con esa aseveración es que podría malinterpretarse con que un lugar en una butaca es suficiente para cubrir el requisito. No es así, y esa ha sido y es la lucha pendiente por ganar en México: la calidad educativa.
Ayer el Sindicato de la Unión de Trabajadores del Instituto de Educación Media Superior (SUTIEMS) del Distrito Federal, anunció el inicio de una huelga en demanda de un incremento al salario ofrecido por las autoridades. Ante tal escenario, en entrevista con EL UNIVERSAL, Ulises Lara López, director de las preparatorias del IEMS del DF, afirmó que esta semana buscarán un acuerdo con el sindicato para concluir la huelga que ya ha afectado a 33 mil estudiantes.
Más allá de porcentajes de aumento salarial —que sería infructuoso discutir en este espacio— lo importante de la noticia es la afectación que la medida ejerce sobre un sector de por sí vulnerable. Los estudiantes de bachillerato de la ciudad de México obtuvieron los puntajes más bajos en la evaluación para el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes. La prueba reveló que 59.1 por ciento de los evaluados en matemáticas se ubicaron en el nivel más básico. A su vez el 52.4 por ciento está también en el sótano en el dominio del Lenguaje y la Comunicación. Es decir, son incapaces de desarrollar habilidades que se adquieren desde la educación básica.
La pregunta pertinente frente a esta realidad es: ¿No tendría que estar la propuesta de aumento salarial acompañada de un proyecto de mejoramiento de la calidad educativa? Ese condicionamiento está ya incluido en la reforma constitucional. Sin embargo, en las entidades federativas del país todavía hay muchas resistencias.
Alternativas educativas como las preparatorias y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, surgen a partir de la gran demanda de espacios que no han sido satisfechos por las tradicionales opciones de educación media y superior. Pero no tendrían que ser estos lugares solamente para que los “rechazados” tengan donde pasar el tiempo. La aspiración última es que logren egresar y hallar donde desarrollar sus habilidades profesionales.
Esta coyuntura que afectará a decenas de miles de estudiantes debería aprovecharse para atar las negociaciones salariales a mejoras también en el trabajo realizado por los profesores. Igual que como se negocian los incrementos de sueldo en cualquier parte donde la eficiencia es un factor importante.
Que la ciudad de México tenga espacios adicionales para alumnos que no tienen cabida en otras instituciones es positivo. El siguiente paso, inconcluso todavía, es que esos años de estudio logren también resultados para la sociedad.