Es por todos sabido que la situación que guardan los reclusorios en nuestro país está muy lejos de ajustarse a la ley y a las normas del trato penitenciario. Sin embargo, enterarse de que durante los último cinco años, en promedio, se registran dos muertes por semana en los centros de reclusión del Sistema Penitenciario del Distrito Federal, es francamente preocupante, y confirma que en México —como afirman expertos en el tema— atravesamos una verdadera crisis penitenciaria.

La información consignada hoy por este diario constata esta aseveración: sólo entre 2010 y lo que va de 2015 han muerto 667 reos en todos los penales ubicados en la capital del país. De estas muertes, una de cada diez, es decir 79, fueron homicidios cometidos dentro de los penales. El 12% fueron suicidios y el resto —523 decesos— ocurrieron como consecuencia de diversas enfermedades, siendo las más comunes los “paros cardiorrespiratorios”, insuficiencia renal, neumonía de diferentes tipos y enfermedades crónico-degenerativas.

Analizar las distintas causas de muerte en los reclusorios saca a relucir otras tantas fallas en el Sistema Penitenciario mexicano. Por un lado, y principalmente, está la sobrepoblación, que en todas las cárceles del DF —y con seguridad en las del resto del país— se padece en muy elevados niveles. Según cifras actuales, el sistema penitenciario de la ciudad de México tiene una sobrepoblación del 67%. La capacidad de todos los penales capitalinos es de 22 mil 411 reclusos, pero hasta finales de julio de este año se reportó que hay 15 mi 109 reos más de los que originalmente puede contener el Sistema Penitenciario de la capital.

La sobrepoblación, por otro lado, genera mayor violencia en las cárceles y evita o dificulta la plena reinserción de los reclusos a la sociedad, lo cual es en suma grave si se considera que éste es el objetivo primario de una prisión. Además, derivada de esta falla, existe en el Sistema Penitenciario capitalino una incapacidad para tener a los reclusos en condiciones de salubridad mínimamente aceptables y bajo una vigilancia adecuada y efectiva, lo que evitaría tanto las muertes por enfermedades, como por suicidios, agresiones, enfrentamientos u homicidios; todos éstos a la orden del día en las cárceles y muchas veces con saldos negativos tanto para los internos como para los custodios.

La razón de este preocupante círculo vicioso de disfuncionalidad no es económica, ya que el presupuesto de operación para los reclusorios del DF ha aumentado casi 400 millones de pesos cada año —entre 2012 y 2014 la Subsecretaria del Sistema Penitenciario recibió recursos por siete mil 340 millones 955 mil pesos—; la falla entonces es de ineficiencia, en primer lugar, y de corrupción también, en la administración misma de los penales, pero, sobre todo, en la procuración y administración de justicia.

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