La humanidad se ha visto beneficiada, en más de un sentido, por la globalización; por ese fenómeno social, político y, hasta cierto grado, jurídico, que nos une, nos retroalimenta y nos influye. Nos aporta cercanía, borra fronteras y, al final, nos acerca en tanto personas: nos solidariza. La globalización ha sido el detonador para que veamos a nuestro planeta mucho más pequeño de lo que se veía a inicios del siglo XX. Ha sido el detonador de grandes descubrimientos científicos y tecnológicos de los que todos, ahora, podemos gozar. Al acortarse las distancias, las naciones se unen y el mundo se unifica bajo un mismo propósito, el de nuestro tiempo: la protección de los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho. En una frase, con la globalización hemos comenzado a hablar el mismo lenguaje aunque con distintos idiomas.

Comenzamos a concretar el ideal de los ilustrados que soñaban con la idea del ciudadano universal. Con un ser cosmopolita que pertenecía a todos y, por ello, no pertenecía a nadie. La universalidad de la ciudadanía no implica la pertenencia a una nación, implica la inexistencia de esa pertenencia.

Sin duda la globalización nos ha traído muchos beneficios, pero para desgracia de la modernidad, también ha traído con ella vicios y desgracias. Delitos que nunca antes hubiéramos imaginado y que ahora son moneda de uso corriente entre nosotros; uno de ellos, sin duda alguna uno de los más lastimosos, es la trata de personas.

La esclavitud de la modernidad. La forma más ruin de minimizar la dignidad de un ser humano, la manera más eficaz de despojarlo de su calidad de sujeto para convertirlo en objeto; el instrumento que convierte a alguien en mercancía intercambiable por bienes.

Resumir aquello que tiene un valor intrínseco, como el ser humanos, la vida y la dignidad, a aquello que sólo tiene un valor extrínseco, como el dinero, es el vicio más ruin que podemos encontrar; una de las peores prácticas en la modernidad. La existencia de estos delitos y el compromiso liberal e ilustrado en la globalización, nos empuja a erradicar esta clase de conductas.

La trata de personas, dados sus orígenes en redes de alcance internacional, tiene que ser analizada y combatida desde muy distintos frentes. Combatir este delito ha sido uno de los compromisos que ha adquirido el Poder Judicial capitalino y su jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, compromisos que ha dado magníficos resultados. Cabe mencionar que sólo en la CDMX se han dictado más sentencias que en toda América Latina —en la capital llevamos dictadas 255 sentencias— y somos el país que mas sentencias ha dictado en el mundo. El combate a este ilícito no consiste sólo en la cosificación de la mujer, sino en cambiar cuestiones culturales como el machismo, la discriminación, la falta de oportunidades laborales y económicas. Erradicar todos y cada uno de estos factores que son detonadores de esta clase de conductas delictivas. No podemos seguir permitiendo que en nuestras sociedades se cosifique a la mujer, hasta el grado de pensar que puede ser producto de una transacción.

Estos son vicios que la globalización, la democracia y los derechos humanos, aún no han logrado erradicar, y que cada vez se arraigan más. Por ello, existe la necesidad de desarrollar mejores políticas públicas que coadyuven a la eficaz y eficiente protección de las mujeres de esta forma de explotación y sometimiento; políticas públicas y jurisdiccionales que además incidan en crear contactos y alianzas para el intercambio de información entre dependencias, y que sirvan al perfeccionamiento de los instrumentos con los que ahora contamos a fin de redimensionar en su todo esta problemática.

Se requiere, sin duda, la participación decidida y coordinada de entes gubernamentales, poderes judiciales, organizaciones de la sociedad civil, academia y la población en su conjunto. Mi compromiso ha sido cabal; el compromiso del Poder Judicial es absoluto. Me siento sumamente complacido que éste haya sido reconocido. Me siento complacido de que los pequeños pasos dados sean también vistos en otras latitudes del mundo. La carrera es larga y sólo los pasos pequeños pero firmes nos aseguraran llegar a la meta.

Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México

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