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Parte considerable de mi porción rutinaria de lecturas consiste en encontrarme, una y otra vez, afirmaciones como las siguientes: “El escritor Fulanetas cultivó el género de la poesía, pero no tuvo mucha fortuna y se dedicó a la narrativa”; “la poesía es un género muy poco leído”; “los jóvenes son indiferentes a la poesía: prefieren otros géneros”. En ocasión tristemente memorable, un escritor entonces joven me explicó los motivos de una decisión muy seria de su vida literaria: “Me voy a volver narrador porque la poesía ya me quedó chica como género”. Me apena confesar que ante esas palabras solemnes tuve que reprimir una sonora mentada de madre, optar por el silencio estoico y despedirme para siempre, en mis adentros, de semejante individuo.
Para no volverme loco de ira, debo pensar que todas esas expresiones son signos de vida de almas increíblemente sencillas. Signos de una vida diminuta, pero manifestaciones, en fin, de organismos cordados con apenas pulso y un microgramo de lenguaje articulado. Con esto quiero decir que quizá todos esos individuos —que forman una muchedumbre colindante con la nada— no tienen la culpa. Diría, como H. Clinton, que son “a basket of deplorables”, pero claro que no es para tanto y además no quiero politizar el asunto. Nada de lo que yo haga va a cambiar las cosas; pero como digo todas las semanas y aquí lo he escrito: a veces hay que desahogarse.
Resulta, entonces, que la poesía es algo así como “el patito feo de los géneros literarios”. “Eso de escribir versitos es una actividad lastimosa; pero es digna de toda nuestra paciencia y de nuestra misericordia, y podemos tolerarla”, afirman en la Asamblea. (A cada rato me preguntan a qué asamblea me refiero cuando digo estas cosas; es una modestísima invención: hablo de la Asamblea de las opiniones generales, de lo socialmente aceptado y nunca discutido, que suele ser una soberbia equivocación y a veces hasta una abominación.) Hay quienes no están de acuerdo con esa tolerancia; son voces provenientes de las asambleas de la izquierda cavernaria (quiero creer que hay otra): “no, de ninguna manera —dicen—, no hay que tolerarla, porque la poesía es un género para los ricos”.
En este año cervantino me refugio como puedo de tantas tonterías. Por ejemplo, volviendo a leer algunos textos de los que he estado cerca durante largos años; uno de ellos es el estudio crítico de Francisco Márquez Villanueva sobre el poema de Miguel de Cervantes titulado “Viaje del Parnaso”. Aquellos a quienes he recomendado esa lectura me la han agradecido con efusiones notables pues, como a mí, les abrió los ojos ante algunas zonas poco o nada estudiadas de la literatura. Una de esas zonas es la que ocupan los miles de versos de la obra poética de Cervantes. El autor del Quijote sin duda tenía alma de poeta y no es nada difícil demostrarlo.
La poesía no es un género literario. Es la literatura misma.