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No sé cómo ni por qué vías, pero la visita de Barack Obama a Cuba puede ser una bendición para el beisbol. El juego del pasado martes 22 en La Habana, entre la selección cubana y los Mantarrayas de Tampa Bay, fue sólo el segundo encuentro, después de la visita de los Orioles de Baltimore a la isla, en el larguísimo desencuentro de los dos países, a partir de 1959, y en especial desde 1962.
La “primera bola” fue lanzada dos veces, curiosamente, para no privilegiar a ninguno de los equipos: Pedro Luis Lazo y Luis Tiant se encargaron de ese lanzamiento protocolario. Ambos jugadores son cubanos; el primero es jugador no profesional, con muchos méritos deportivos, y el segundo es un legendario pitcher de las Grandes Ligas. Luis Tiant jugó, entre otros, en mi equipo favorito: los Red Sox de Boston, la ciudad más beisbolera de mi experiencia, pues allí asistí en 2010 a un juego en el Fenway Park, gracias a la amistad de un puñado genial de bostonianos.
Estoy muy lejos de ser un conocedor o un experto en beisbol. Conozco, eso sí, a unos cuantos sabios que me impresionan continuamente, como, por ejemplo, el poeta Luis Cortés Bargalló y la narradora Gabriela Peyrón. Ellos sí que saben; si hablan de beis, yo mejor me callo y escucho, para aprender.
En mi adolescencia y primera juventud tuve tratos con el hombre que durante varias décadas más supo de beisbol en México: Roberto Hernández Hinojosa, a quien quise mucho. Pero, la verdad, soy medio villamelón; lo cual no impide que me emocione y hasta me apasione con ese deporte maravilloso. Para disfrutarlo cabalmente, no nada más hay que saber de los intríngulis técnicos y reglamentarios del juego; sino estar enterado, así sea superficialmente, de los mitos históricos que lo rodean.
Mientras escribo estas líneas, escucho una hermosísima balada de James Taylor: “Angels of Fenway”. Así junto —en un solo, dilatado momento— dos de mis aficiones entrañables: la música popular y el beisbol. La canción es preciosa. En el segundo verso están estas palabras: “Bambino put a hex on the Bean”, que por mucho inglés que uno sepa se le escapan del todo si no sabe algo de la historia beisbolera. El Bambino es el gran jugador Babe Ruth; la maldición que lanza (ese hex de magia negra) consiste en augurar que los Red Sox no van a ganar nunca la Serie Mundial, y el Frijol (the Bean) es la ciudad junto al río Charles: Boston. Esas siete palabritas quieren decir mucho, como se ve.
No quise ver el partido del 22 de marzo pero sí leí las crónicas, un poco desabridas; más bien cargadas al lado político del asunto y al “momento histórico”, frasecita que llegó a cansarme, la verdad.
¿Irán algún día los equipos cubanos a jugar al Fenway Park? Ojalá. Y ojalá me toque verlo, aunque sea por televisión. Y que los ángeles de ese estadio tan viejo y tan digno de nuestra admiración los protejan, a ellos, a los isleños, y a mis queridos Medias Rojas.