El domingo 24 de enero, los paseantes que visitaban la explanada del Palacio de Bellas Artes vieron un espectáculo insólito: una hermosa protesta. La hicieron un puñado de bailarines de la Compañía Nacional de Danza (CND), quienes ejecutaron algunas escenas de El Lago de los cisnes. Naturalmente, no llevaban el vestuario canónico: iban con sus ropas informales de entrenamiento y eso les dio a sus pasos y evoluciones un aire extremadamente extraño, a la vez moderno y clásico.

El video con las imágenes del domingo 24 en la explanada de Bellas Artes es emocionante, muy hermoso. Fue lo que se ha dado en llamar, con una eficaz expresión en lengua inglesa, un flash mob: acción repentina llevada a cabo, en medio de un espacio público, por un grupo de personas organizadas con algún propósito. Las dos palabras inglesas que se juntan en esa frasecita significan esto, respectivamente: destello y multitud. Fue un destello continuo, en los ojos de todos los espectadores, el grupo de jóvenes agilísimos, de cuerpos extraordinariamente expresivos, en esa súbita y sorprendente danza dominical. ¿Por qué lo hicieron?

Durante largos meses, y por lo menos desde 2014, los integrantes de la CND han estado viviendo una situación laboral llena de complicaciones, molestias y angustias. Ellos únicamente quieren bailar; pero también desean preservar su dignidad como artistas y como trabajadores: una aspiración legítima, razonable. Se les ha impedido por diversos medios, todos marcados por el autoritarismo y la arbitrariedad. Ya es hora de que eso se acabe y de que la CND siga adelante con su cometido.

La carrera de un bailarín es necesariamente corta: la plenitud de sus facultades físicas coincide con esos años; luego viene la inevitable declinación —en el caso de esos muchachos, es un decir: siguen siendo fuerte y ágiles—, y algunos se convierten en coreógrafos o entran en algún otro campo de trabajo artístico, casi siempre de su especialidad. Pero si la carrera dancística es tan breve, ¿por qué diablos se obstaculiza por la vía atroz, absurda y medio grotesca de las trabas burocráticas? No debería haber trabas para ningún trabajo, desde luego, pero menos debería haberlas en este territorio al mismo tiempo frágil y poderoso, como la amada en el poema de Cummings.

He visto varios videos de flash mobs en la red intercomputacional y algunos son muy bellos y hasta conmovedores; ninguno como el de los jóvenes bailarines mexicanos, en mi opinión.

A veces los flash mobs son arte puro: quienes en ellos participan lo hacen por gusto y para darle a la gente un largo momento de placer estético. Las bailarinas de la CND lo hicieron por eso, para la gente; y también para defender sus derechos laborales. Ojalá las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes sean capaces de escuchar el clamor de estos jóvenes artistas: “Queremos bailar”, y de quienes los admiramos: Déjenlos bailar.

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