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Con motivo de la Cumbre del G-20 que se llevó a cabo en Hamburgo, Alemania, los pasados días 7 y 8 de julio, que tuvo como lema de encuentro “Forjar un mundo interconectado”, la canciller Ángela Merkel señalaba ante la prensa con ironía, que “cuando no hay consenso, hay que reflejar el disenso, no ocultarlo”.
El pleno de los líderes mundiales a fin de lograr el crecimiento fuerte, equilibrado, sustentable e inclusivo, aprobó un comunicado conjunto sobre la relevancia que tiene compartir los beneficios de la globalización, la creación de resiliencia, la mejora del desarrollo sostenible y la necesidad de asumir la responsabilidad.
No obstante, uno de los asuntos que más controversia suscitó, fue precisamente la lucha global contra el cambio climático donde, ante el disenso de Washington sobre el Acuerdo de París, las 19 economías industrializadas y emergentes restantes decidieron expresar en ese texto final su profunda desavenencia.
En el documento se incluyó no sólo la insólita decisión de Estados Unidos para denunciar ese histórico acuerdo contra el calentamiento global, sino también la enérgica posición del resto de los países que acordaron: “Los líderes de los otros Estados miembros del G-20 establecen que el Acuerdo de París es irreversible”.
Luego, a pesar de reconocer la importancia de reducir las emisiones de gases contaminantes y de promover las energías limpias, el gobierno americano asentó que su país se esforzará en trabajar estrechamente con otros países, pero sólo para ayudarlos a acceder a “combustibles fósiles de manera más limpia”.
Sin duda, esta última frase suscitó una fuerte resistencia, ya que en el fondo respalda la energía mayormente contaminante y aunque finalmente se incluyó, ello fue con la aclaración de que se trató de la exclusiva postura norteamericana, de forma que los 19 participantes se ubicaron del lado contrario de EU.
Esta inquietante situación no sólo refleja el creciente aislamiento de la agenda global de la primera potencia, sino también su profunda irresponsabilidad como la segunda mayor economía contaminante, ya que también se alejó del principio que adoptó el propio G-20 de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”.
En efecto, durante la cumbre europea se hizo eco de la histórica contribución de los países industrializados al cambio climático, que es mucho mayor que la de los países en desarrollo, por lo que aquellos se comprometieron a prestarles ayuda, incluso financiera, para que cumplan con los objetivos trazados.
El resultado de la cumbre concedió la razón a la canciller alemana, quien tras la última reunión del G-7 en Taormina, Italia, vaticinó que el papel de Estados Unidos en la comunidad internacional, incluida la alianza transatlántica, no volvería a ser el mismo, al menos durante el mandato de su actual presidente.
Contrario a ello, el flamante presidente Emmanuel Macron, sostuvo que aún es posible convencer a Trump para que revierta su polémica decisión sobre el Acuerdo de París, razón por la cual convocará a una cumbre en esa misma capital en diciembre para asegurar su pronta aplicación, según acordó el G-20.
Lamentablemente, el presente escenario no es favorable para nadie. Para el pueblo norteamericano la decisión de su gobierno ciertamente podría traer beneficios en el empleo en el corto plazo, pero estos pronto se traducirán en una victoria pírrica frente a su retraso en el desarrollo de tecnologías ambientales.
Tampoco lo es para México, cuya economía depende en gran medida de la fortaleza de su socio, de tal manera que su única salida deberá residir en apostar de forma decidida por la innovación ambiental, el desarrollo sostenible, el fortalecimiento de su competitividad y el uso de energías sustentables y limpias.
No tengo duda que, al tiempo, el principio que necesariamente regirá el devenir global en materia ambiental, lo será el que afortunadamente incorpora nuestra constitución política en su artículo 4° y que Trump no alcanza o no quiere asumir en su calidad de maltrecho líder mundial: el daño ambiental debe generar responsabilidad para quien lo provoca.
Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014